«Entiendo, para mí, que el escritor debe volcarse totalmente a lo suyo, totalmente. Me siento satisfecho por haber ido renunciando a todas las posibilidades que me podían apartar de esto. […] Y acaso nunca haya bastante fidelidad para con la escritura.»1 Esto decía José Pedro Díaz con 27 años en una entrada de su diario, frase que funcionará como norte de su vida. La entrega a la escritura se presenta en el autor como un proyecto total, que encuentra en esa multiplicidad de prácticas que conforman la literatura –a veces, incluso, en los contextos más hostiles para la vida cultural del país– un espacio de intervención y compromiso. La experiencia editorial La Galatea, llevada adelante a partir de 1944 junto con su esposa, la poeta Amanda Berenguer, es emblemática en este sentido. Tiempo an...
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