Una polifonía del silencio - Brecha digital
Poesía y memoria multidireccional.

Una polifonía del silencio

Poesía y memoria multidireccional.

Foto: Adriana Astapenco

Un cuarto de siglo marchando en silencio también puede leerse como el nudo dramático de quienes, siendo víctimas de la represión organizada (estatal y paraestatal), fueron silenciados mientras su historia personal quedaba en suspenso. Esa ausencia, a causa de un arrebato que lesiona a cualquier comunidad humana, continúa transfigurándose en un silencio interpelante al que la memoria colectiva responde en múltiples direcciones. Igual ocurre con la luz si se intenta tapar el sol con un dedo.

En el distópico 2020 lo presencial no era posible, pero el silencio dio nuevas voces a los rostros de mujeres y hombres plantados frente a la plaza Libertad, en medio de una ciudad vacía, fantasmal. En otra dimensión, miles de pantallas reprodujeron sus caras y miradas junto a breves biografías y relatos personales que por primera vez salieron a la luz pública. La memoria colectiva es un corpus en constante movimiento que cada 20 de mayo se activa. En ese río de gente que desborda de silencios, la poesía da y toma lo suyo; teje imaginarios a despecho de las historias oficiales, y no olvida la barbarie a la que los pueblos han sido sometidos. “La crítica de la violencia militar significó el comienzo de una crítica apasionada en contra de la violencia en general. Por lo menos una cosa quedó clara: la violencia no se practica ni tolera ingenuamente”, concluía ingenuamente Walter Benjamin en 1921.

“Yo no entendía nada de la guerra”, repite en su monólogo la niña cuyo padre, le dicen o imagina, fue tragado durante días por una ballena… “‘Que ni sé cuándo es de día ni cuándo las noches son’,cantaban los prisioneros. Como nosotros, que cantábamos para salvarnos o golpeábamos barriles de lata y era un lío, un escándalo que después había que ocultar. No le cuentes a nadie, decían mis padres, ni a la maestra ni a los niños, ni siquiera se lo cuentes a Dios, porque mirá que vienen a buscarnos con una ballena inmensa que nos va a tragar a todos. Entonces empecé a escribir.” Así dice en su libro-poemaAquí habita la calma (2019) Claudia Magliano, nacida en 1974.

Aquí presento, sin embargo, ni lo último ni lo primero, sino lo que el hilo de la memoria, pasado por la fibra del corazón, hizo posible. Fue quedándose más lo que escribieron quienes vivenciaron el presidio, la tortura, el exilio, la desaparición de familiares y amigos cercanos; y otras piezas de un rompecabezas que, sobre derechos humanos en nuestra historia reciente, podría conformar una extensa antología, según lo mucho releído y descubierto en estos días, desde ahora expectante en el tintero.

MALA MEMORIA, DUELOS, POSTERGACIONES. En uno de sus primeros poemas, “Lo que no debe ser” (1966), el adolescente Ibero Gutiérrez (1949-1972)1 refiere a un tipo de memoria del bronce, de la cual dejaba constancia que no querría participar: “Yo lo sé también y digo/ echarán sobre mi túnica suertes/ y se las disputarán./ Mi foto quedará mohína/ mi foto quedará amarilla sobre el césped,/ mis letras en un bronce, entre cipreses”. Hay un tipo de memoria a cultivar y otra que es necesario superar. “El puente matriz entre la conciencia y el pasado es fundado en la memoria”, dice Paul Ricoeur. Desde tal premisa, Michael Rothberg2 concibe una memoria útil para trabajar activamente con el pasado. Pero hay dos vías que no conducen al mismo sitio: la memoria multidireccional y la competitiva. En la primera, la memoria es un fenómeno contemporáneo, un “presente haciéndose” que genera acciones con relación al pasado, dice Rothberg. Lo opuesto a las historias oficiales, en cuya memoria competitiva sólo hay lugar para ganadores y perdedores, asociados a una violencia letal de corte político. En nuestro país los “vencedores” celebraron su victoria en sucesivos gobiernos usurpados a la soberanía de la república; castigaron a los vencidos, los siguieron torturando y matando hasta el final de su patético periplo.3 El poeta y médico Juan C Macedo (1943-2002) –Durar (1974) y Durar II (1976) fueron referentes durante los años oscuros– solía afirmar que “la poesía es la única justicia posible”. Sobre el transfigurar la lógica de la memoria competitiva, unos versos suyos me dicen hoy: “[…] vencimos las derrotas/ que no hay suma parecida/ ni tiempo suficiente que pueda/ separarnos./ No acabo la poesía. Abro un lugar en el mundo”.

La supuesta “guerra”, excusa de quienes justifican los crímenes en dictadura,4 es la negación del delito de lesa humanidad. En su lógica no son crímenes, ya que se actuó bajo las órdenes y el manto protector del Estado. Tampoco admiten que ese Estado operó como una organización “terrorista”. Cooptadas por la doctrina de la seguridad nacional, servilmente aprendida en la Escuela de las Américas, las jerarquías castrenses adoctrinaron a sus oficiales para el trato inhumano, violando el Pacto de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas (1969).5 Ilegalizados los sindicatos y los partidos políticos, desplazada la ley civil, las personas nada sabían de sus allegados detenidos; en caso de muerte no se les permitía velarlos a cajón abierto ni hacer público el duelo, que afectaba a redes comunitarias, gremiales o políticas.

Tatiana Oroño (1947) escribió dos poemas dedicados a una compañera, estudiante de Literatura del Instituto de Profesores Artigas, Nibia Sabalsagaray (1949-1974), asesinada por tortura.6 Uno de esos textos circuló en forma anónima y clandestina en un volante de la Unión de la Juventud Comunista, el otro recién fue leído públicamente por la poeta en un homenaje en esa casa de estudios en 2009: “La camarada Nibia ha muerto./ Y es preciso hacerle un duelo activo de pintadas/de calles que la nombren./ De escolleras, de muros imborrables./ Hacerle un duelo claro como una sola savia./ Que paredes y esquinas/ esgrimidas de cólera y ladrillo, den memoria […]/ Que el fruto lacerante de su vida nos aguarde y nos una./ Que resuenen las voces una a una de todos los que viven/ al calor de la sangre irreparable” (junio, 1974). Todo un ejemplo del largo silenciamiento, del moroso proceso de duelo comunitario, así como del dificultoso trámite de la justicia.

Otro caso de postergación fue el de Circe Maia (1932), quien en 1974 hace una crónica que verá la luz en 1987. El prólogo presenta Un viaje a Salto como si fuera el relato de una mujer y su hija pequeña, quienes, para poder ver al padre de la niña, viajan de incógnito en el mismo tren que él, por entonces detenido político, a quien trasladaban desde Paso de los Toros hasta una cárcel norteña. El recurso de distanciamiento originado por las circunstancias históricas le da al relato una tensión diferente a si se presentara como lo que es, autobiográfico. A la vez, la poeta inscribía en versos cómo era la vida cotidiana cuando, estando su marido preso, ella había sido destituida como profesora de Filosofía. En “Grados de irrealidad” (Cambios, permanencias, 1978) los signos de la opresión trasuntan en un silencio que tiñe la reunión familiar de una amenaza fantasmagórica: “La esfera más cercana: hay un fuego encendido/ y rostros familiares./Hay charlas previsibles y silencios/ como pequeños lagos// (El verdadero mar está lejos./ El silencio total planea, lejos/ como vaga amenaza).// […] ¿Quién vive plenamente/ y está en verdad despierto?/ (Temor de estar en rueda de fantasmas/ y fantasma uno mismo)”.

Circe tiene un sitio entrañable en el tema que nos ocupa. Suyo es el poema sobre los desaparecidos que ha calado más hondo en la memoria popular, y cuando lo entona la voz de Daniel Viglietti la emoción brota como un manantial: “Por detrás de mi voz/ –escucha, escucha–/ otra voz canta.// Viene de atrás, de lejos;/ viene de sepultadas/ bocas, y canta.// Dicen que no están muertos/ –escúchalos, escucha–/ mientras se alza la voz/ que los recuerda y canta// […] Dicen que ahora viven/ en tu mirada./ Sostenlos con tus ojos,/ con tus palabras;/ sostenlos con tu vida/ que no se pierdan,/ que no se caigan.// Escucha, escucha;/ otra voz canta.// No son sólo memoria,/ son vida abierta,/ continua y ancha;/ son camino que empieza./ Cantan conmigo,/ conmigo cantan”.

Hay que recordarlo: hubo dos poemas que durante los años más duros del inxilio llegaron contrabandeados en casetes de pésima sonoridad para dar voz y abrigo al corazón de miles de uruguayos: “Otra voz canta” (Viglietti le dio ese título), y “Guitarra Negra”, de Alfredo Zitarrosa: “Cómo traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos, guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como pocos… cómo entregarte todos esos nombres y esa sangre, sin inundar tu corazón de sombras, de temblores y muerte, de ceniza, de soledad y rabia, de silencio, de lágrimas idiotas”.7 Sostenidos en las voces graves de estos dos populares compositores e intérpretes, ambos textos, muy diferentes entre sí, evocan un Uruguay que cambiaría para siempre.

“Otra voz canta” fue el germen del recital A dos voces (CD, 1985) que Viglietti y Mario Benedetti (1920-2009) iniciaron durante el exilio de los setenta, llevando por el mundo la presencia de los desaparecidos uruguayos durante 27 años. Solían intercalar a la canción la lectura del poema “Desaparecidos”, que Benedetti recién publicó en Geografías (1984): “Están en algún sitio/ concertados desconcertados/ sordos buscándose/ buscándonos bloqueados por los signos y las dudas […] cuando empezaron a desaparecer/ como el oasis en los espejismos/ a desaparecer sin últimas palabras/ tenían en sus manos los trocitos/ de cosas que querían// están en algún sitio/ nube o tumba/ están en algún sitio/ estoy seguro/ allá en el sur del alma”.8

CÁRCELES, RESISTENCIA, APERTURAS. Otro cantar surge en la fracturada década del 70, contraponiendo un límite reflexivo a la excesiva confianza del coloquialismo epocal. En la diáspora, o silenciados en el inxilio, adviene un lenguaje que interroga al sujeto y al lugar de enunciación. El lustro de la “resistencia” cultural (1980-1985) lo inaugura Salvador Puig (1939-2009) con Apalabrar (1980): “A cierta altura de la realidad/ A cierta altura del escándalo/ Puede quedar un vértigo/ Pero nunca una crónica”. Cuestiona la vía testimonial y apuesta al merodeo elíptico, lo intertextual como metáfora especular, conformando una estética en sí, y no sólo una forma de burlar la censura. En los poemas en prosa de Mascarones (1980), Alicia Migdal (1947) adoptó una distancia en la que las imágenes desasidas de una ciudad se vinculan a una corporalidad en descomposición, sutilmente radicada en el epígrafe de W Benjamin: “Mascarones son. Todos ellos con sus caras roídas por la sal de las lágrimas, los ojos mirando desde deshechas órbitas de madera a lo alto, los brazos –si todavía los tienen–cruzados sobre el pecho en un gesto de conjuro”. La cita del filósofo alcanzado por la persecución nazi se vincula al último texto dedicado a Kafka y a su amante Milena: “… trasladada a un campo de concentración, donde fue objeto de experimentos científicos […]. Uno piensa en ella desde acá”.

Tras el presidio políticoGladys Castelvecchi (1922-2008) aporta su Fe de remo (1983), tejido de citas y personajes bíblicos (Job, Ruth, Jonás). Mirado en perspectiva, adelanta una mirada de género, cuestiona la figura patriarcal de un Dios autoritario que remite a la vez al terror estatal, legitimado en nombre de un orden impuesto a la fuerza y por fuera de la Constitución: “Reniego del orden de tu jardín/ […] Tu signo es la obediencia./ Reniego esa obediencia./ Reniego la libertad que dices otorgar/ pero que obliga el vuelo/ a tus medidas./ Reniego tus barrotes/ […] Y reniego el infierno”.

El colectivo poético Ediciones de Uno (1982-1994) participó intensamente (100 publicaciones, 500 performances) en las dos fases de ese período de agitación artística: el de la resistencia ya mencionada y el de la “movida contracultural” (1986-1994). De lo mucho que sus integrantes aportaron poéticamente al tema de los derechos humanos, cuando era un riesgo aludir claramente a los hechos, me detengo aquí en dos poetas que vivenciaron prolongados presidios.

Foto: Adriana Astapenco

Richard Piñeyro (1955-1998), preso desde muy joven (1973-1980), ingresó al grupo en 1982. Participó de la serie titulada “Por aire y tierra” (1983), cuando los “unos” entrábamos a escena haciendo entre el público el acto, por entonces prohibido, de volantear, aunque en lugar de consignas de lucha sindical el papelito contenía, en doble faz, poemas de dos poetas por volante. Él eligió el mismo texto para la serie de “Poemas ilustrados” (1984), en la que, para cada poema, un autor y un artista plástico trabajaron en yunta. En su caso, Carlos Seveso fue el ilustrador (Nancy Bacelo, incondicional de Uno, cedió la fotocopiadora de su despacho y el evento se difundió en la Feria del Libro). Era un poema dedicado a Adriana Gatti (desaparecida en Buenos Aires, igual que su padre, Gerardo Gatti, en 1977) que Richard siempre leía al final de los recitales convocados por cooperativas barriales o asociaciones gremiales que, bajo vigilancia, desafiaban la autocensura y el miedo. El poema, muy breve, daba todo de sí cuando el Negro Richard lo decía de aquella manera tan tocante que te ponía la piel de gallina. Pero no sólo por lo emotivo, sino porque el retrato lírico de la adolescente desaparecida cifraba el futuro cercenado del mundo de justicia por el que miles de jóvenes habían luchado: “Tenía diecisiete años/ dicen que estaba embarazada de cielo/ dicen que con sus ojos engatusó al crepúsculo/ dicen que estaba enredada con naranjos/ dicen que andaba clandestina con el rocío enamorándole el pelo.// Yo sé/ yo sé que tenía la barriga llena de estrellas”. En El otoño y mis cosas (1992) Piñeyro –que se suicidaría a los 43 años, herido por las secuelas de un brutal presidio– haría del morir una inmolación en nombre de la vida: “Lo más bello de la vida/ es que uno no puede entender/ al fin y al cabo/ por qué la mayor victoria de un hombre/ es arder en sí mismo/ porque el río sabe que hay que saber morir/ y lo único digno es morir de río”.

Miguel “Cristo” Olivera (1943), cuyo aporte es sustancial en una poética social del tango, estuvo preso entre 1972 y 1984. Camarada de celda de Piñeyro, lo motivó a leer y a escribir. Se une al grupo Uno y publica el largo poema “Los reventados” (1985), según Hiber Conteris, “su cúspide creativa como preso, aunque en él no hable de rejas […]. Una crudeza que convierte en mística la desgracia de dos seres, y en hermoso argumento central la violencia y la esperanza”.9 Fundador del Centro de Integración Cultural (Cic, 1986), se aboca a compilar escritos de las cárceles en cinco volúmenes que incluyeron a 33 autores. En esa colección publica Los que no mueren en la cama/ poética de la tortura (dibujos de Arturo Castellá, 1988). Escrito mediante el sistema samizdat, usado por los presos en los campos de concentración nazis, el poemario testimonia la tortura sistemática en los cuarteles militares. La escritura transfigura la humillación del cuerpo en resistencia moral ante los victimarios. En “Picana” el dolor físico se expone sin edulcoración retórica que lo mitigue: “Aquellos cables víboras/ aquellos alaridos conectados/ aquel choque en el pecho de un mazo que ahoga/ aquel trapo que asfixia y es tu lengua/ aquel olor a soldadura y carne quemada/ aquellos estertores metálicos/ aquel buitre feroz que picotea temblando/ aquellos toques brutales en la cabeza de la pija/ aquel incendio concéntrico y tenaz/ que creció como un rayo cargado de voltaje/ por todo ese país genital que llevamos dentro”.

En 1985 Amanda Berenguer (1921-2010) obtuvo el Premio Reencuentro de la Udelar con Los signos sobre la mesa (1988). Un libro-poema cuyo acápite reza: “Ante mis hermanos torturados”. Al escuchar una versión que la poeta leyó del texto (Alianza Francesa, 2002), lo confirmé como un referente del tema de la tortura en tanto memoria silenciada; es decir, sobre la humillación colectiva a la que el terrorismo de Estado somete no sólo a las víctimas directas, sino a la sociedad entera, a sus códigos de convivencia, al lenguaje mismo: “La palabra también cae de sus andamios/ se descuartiza/ y queda invalidada en medio de las cosas que pasaron”.

En Ocupación del miedo (1987) Sylvia Riestra (1958) retrata la escritura a tientas y a ciegas, como si fuera una tarea clandestina durante el panóptico del inxilio: “Me inicié en los sótanos clandestinos de las palabras […] y las ausculté hasta oír el crujido de los muertos y el contenido silencio de los vivos”. En diálogo con los héroes homéricos, el presente asoma junto al mito antiguo para iluminar la historia reciente: “tan sólo/ para que podamos llorarlos, Aquiles/ no los arrojes/ a los perros o a los buitres/ ni a la cal viva/ en el anonimato de la tierra/ ni a las vastas aguas/ en cunas de cemento”.

MEMORIA, CENIZAS, SEMILLAS. Poeta, artista multimedial y teórico, Clemente Padín (1939) es un prodigioso catalizador de la experimentación artística. El convocar a una contrabienal de arte (Nueva York-París, 1977) oponiéndose a la Sección Latinoamericana de la X Bienal de París (curada por el Museo de Artes Visuales de Montevideo) fue el detonante para su condena de cuatro años de prisión por el “gravísimo” delito de vilipendio y escarnio a la moral de las Fuerzas Armadas. Liberado tras dos años y tres meses, gracias a una campaña de solidaridad internacional, quedó bajo libertad condicional hasta ser becado en Berlín (1984), donde estrenó la performance “Por el arte y por la paz”. Desde entonces, sus intervenciones conjugan la defensa de los derechos humanos, de la equidad alimenticia, de la conciencia ecológica, desde una reflexión sobre los lenguajes y sistemas de representación artística, inscribiéndose en el “artivismo”. En la inauguración del Museo de la Memoria (Montevideo, 2007) estrenó “Sembrar la memoria”, que ha presentado en decenas de ciudades del mundo en los últimos diez años.10

Vestido de negro, el artista va pegando sobre su torso y cabeza fotos carné de los desaparecidos. La tarea recibe ayuda solidaria de los presentes en medio de un expectante silencio. Luego se recuesta de pie, brazos y piernas abiertos, a la pared donde ha colgado antes una plancha de papel manteca. Otro espectador traza su silueta con un lápiz grueso. Traslada luego las fotos de su cuerpo a la zona de papel externa a la silueta. Recorta el contorno de la figura de la pared y se sienta en el piso; entre él y la audiencia, también ubicada en el suelo, se extiende la blanca silueta humana. Enciende un fósforo y quema la silueta de papel que tarda poco en hacerse ceniza. De una bolsita negra saca unos papelitos blancos con los que, a modo de semillas, va sembrando todo el espacio del auditorio. Mientras, repite como en un mantra: “Sembrar la memoria para que no crezca el olvido”. Al final, abre el último papelito, lee la misma frase que ha dicho, y agrega el nombre de su autor, Eduardo A Vigo (1928-1997), artista platense, mentor y pionero del arte conceptual en América Latina.

En Cenizas (2005) Gerardo Bleier (1960) presentó un poema largo, “El banco de madera”; los elementos (tierra, agua, aire, fuego) alternan entre versos fragmentarios y componen un monólogo que mantiene en vilo al lector. En una secuencia de “aire” dice: “Un día vinieron a decirme: enterraron vivo a tu padre./ Con un tubito le permitieron respirar para que sintiera/ el paso de otros presos por sobre las tablas que lo cubrían.// A los dieciséis años pude pues darme el lujo de la locura./ Los rientes en torno a la mesa de madera dibujada/ con circulares huellas de copas/ y pequeñas quemaduras de cigarros demorados en los bordes/ buena parte de ellos amigos de la adolescencia/ suelen recordar que yo les recomendaba leer a Whitman/ cuando se manifestaban sorprendidos/ por mi natural inclinación a sonreír melancólicamente/ cuando lo que esperaban de mí era cierto resentimiento asesino”.

En octubre de 2019 se confirmó el hallazgo de los restos de su padre, Eduardo Bleier Horovitz (1927), desaparecido en 1975, igual que otros diez dirigentes del Partido Comunista. Cuando se le preguntó qué haría si se encontrara con el asesino de su padre, respondió con la misma ética que años antes había inscripto en ese poema: “Di todo mi esfuerzo personal e intelectual en todos los lugares donde estuve para derrotar al fascismo, a la teoría de los dos demonios que vulgarizaba grotescamente un conflicto que tuvo como causas una crisis horrible, autoritarismo, degradación de las instituciones. En eso puse mi esfuerzo, y no en la personalización que envenena el alma”.11 Sirva su declaración como respuesta a quienes insisten, hoy incluso desde el Parlamento, en que el procesamiento de la justicia por delitos cometidos bajo la impunidad de un Estado que amparó el crimen político es un acto vengativo.

El track 10 de Piedra Plana (CD, 2002) integra un poema de Pablo Thiago Rocca (1965) y un collage sonoro de Fernando Pareja con grabaciones de archivo. Son comunicados oficiales en los que prima el tono autoritario en las voces de Pacheco Areco, Aparicio Méndez y Gregorio Álvarez. La joya es una locutora que, como en un filme de ciencia ficción, describe las maravillas del buque-prisión “Tacoma”. Emoción aparte es escuchar al poeta Roberto Genta (1957-2014) recitando “Solsticio de invierno”: “Llegabas a un país asediado, viniendo desde el centro del fuego, y la plaza, el árbol de piedra, el pavimento, la noche, las víctimas no eran lo mismo. También la verdad es un disparo sobre el agua, tierra y sombra se nos escapan y una canción que olvidamos de pronto”.

Foto: Adriana Astapenco

Desde 2012, Juan Ángel Italiano (1965) realiza la performance “Memorial”. Lo multimedial sustituye la enunciación verbal, pero no hay silencio, sino un alud sonoro en el que la audiencia se sentirá inmersa. Julie Fiala, investigadora canadiense, reseñó la puesta en escena del evento en Quebec:12 “Un collage acústico suena […] con el himno nacional uruguayo, discursos propagandísticos despóticos y entrevistas en la radio en el momento de la dictadura. Al mismo tiempo proyecta en la pared trasera un misterioso retrato en blanco y negro, disuelto en un segundo y otro, para revelar una serie de retratos de gran formato de hombres y mujeres. Sus rostros aparecen omnipresentes, convirtiéndose en una escultura de ‘desaparecidos’ […]. El artista suspende carteles alrededor del cuello, y etiquetas autoadhesivas en la frente de muchas personas entre el público que dicen: ‘¿Dónde están?’ […] A algunos miembros de la audiencia le son colocados auriculares y el artista les toma una foto con una tableta […]; mientras ve su propio rostro reproducido en la tableta, el participante escucha los gritos inquietantes, histéricos, infernales de la pieza de Dick Higgins Danger Music número 17. La relación entre los retratos de los desaparecidos en el fondo y las instantáneas será fuerte. Se crea un sentido de reconocimiento y empatía por el otro lejano […]. Italiano prende velas, coloca soldaditos de plástico, tanques de asalto y helicópteros. A la luz de la vigilia por los desaparecidos, la zona de guerra aumenta por los bombardeos, y el artista lanza con fuerza petardos que manchan de pintura un bosquejo de América del Sur. El ruido agudo me sorprende. Salto, sintiéndome un poco avergonzada de tener miedo”.

Volvamos a la niña del principio que repite “lo de la guerra nunca lo entendí muy bien”, mientras sigue monologando “no hay que escribir malherido así porque sí. Da miedo. Muchísimo miedo. Doy vueltas en la bicicleta hasta estrellarme contra el muro donde termina el barrio. El barrio es como la patria. Uno es de ahí o no es de ningún lado”.


1. Estudiante de Filosofía, delegado de la Feuu, poeta y artista plástico, fue secuestrado, torturado y asesinado por 13 balazos calibre 38, de tres armas, el 28 de febrero de 1972. Junto al cuerpo un cartel decía: “Vos también pediste ¡perdón! Bala por bala. Muerte por muerte”, firmado: Comando Caza Tupamaro. Más conocido como Escuadrón de la Muerte, organización violentista de corte vengativo, adelantó las prácticas de desaparición forzada que desde 1975 la Operación Cóndor instrumentó, coordinando la represión de los gobiernos cívico-militares del Cono Sur, causante de la desaparición de 114 uruguayos en Argentina.

2. Rothberg, M, Multidirectional Memory: Remembering the Holocaust in the Age of Decolonization. Stanford University Press, 2009.

3. Vladimir Roslik (1941-1984), médico de San Javier, fue asesinado por tortura en el Batallón número 9 de Fray Bentos, el 16 de abril de 1984. Los responsables no han sido juzgados.

4. Portal Tnu. “Yo participé de una guerra”, aseguró el capitán retirado Asencio Lucero, 2-III-16. Video disponible en: http://www.portaltnu.com.uy/video.php?vid=2203.

5. Ley número 13.751 de 11/07/1969, artículo1: Pacto de Derechos Civiles y Políticos, se compromete “[…] a proteger jurídicamente a su pueblo contra tratamiento cruel inhumano o degradante. Reconocerá el derecho de todo ser humano a la vida, la libertad, la seguridad y la vida privada. Prohibirá la esclavitud, garantizará el derecho a un juicio imparcial y protegerá a las personas contra el arresto o detención arbitrarios”. Disponible en: http://www.impo.com.uy/bases/leyes-internacional/13751-1969/1.

6. Nibia Sabalsagaray, 24 años, militante sindical y comunista, fue detenida en su casa en la madrugada del 29 de junio de 1974. Doce horas después desde el Batallón de Transmisiones número 1 se informó de su “suicidio” a los familiares. En 2011 el juez R Vomero procesó al general Miguel Dalmao y al coronel retirado José Chialanza por homicidio muy especialmente agravado. Primer caso en el que la Suprema Corte de Justicia declaró la inconstitucionalidad de la ley de caducidad, y el único en que se condenó a un militar en actividad.

7. Alfredo Zitarrosa, Guitarra Negra (1977). Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=4bgyqoHcM7k.

8. A dos voces. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=r38-VEo3Rs4.

9. Morena, D, Prólogo a Antología del Cristo/ con armas y bagajes. Paréntesis, Montevideo, 2010.

10.       “Sembrar la memoria/ Homenaje a Eduardo A Vigo” (Lima, Perú, 2013). Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=UUvZoZVYq24. Recomiendo el video “Exposición del archivo Clemente Padín” (Subte Municipal, 2015), curadoría de Riccardo Boglione, producido por Little Génova. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=BicX1SYvTXg.

11. “Gerardo Bleier: el último encuentro con su padre”. El País, 9-X-19. Disponible en: https://www.elpais.com.uy/informacion/sociedad/gerardo-bleier-perdona-encuentro-padre.html.

12. Fiala, J, “Los cuerpos sonoros del Uruguay”. Encuentro Internacional de Arte Performance (Riap, 2012). Disponible en: https://italiano65.blogspot.com/search/label/Memorial.

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