Hace unos meses, el pianista español Agustí Fernández, el saxofonista argentino Pablo Ledesma y el contrabajista argentino Horacio Mono Hurtado lanzaron Coghlan Dreams, proyecto en el que una determinada estética, una forma de improvisar ya conocida, se renueva y se mantiene vigente.
Las historias musicales de cada uno tienen al jazz –sobre todo la vertiente del free jazz– como punto en común, algo que define no solo el léxico sonoro, sino también cierta lógica para el diálogo entre músicos y la forma misma de la música. Sin embargo, cada uno ha recorrido otros caminos que permiten ampliar el terreno. Pablo dice haber empezado como un roquero en la década del 70; Mono ha tenido una interesante carrera en el ámbito del tango y el folclore argentino. Finalmente, Agustí fue estudiante del compositor Iannis Xenakis, teniendo su lenguaje un fuerte pie en la música clásica contemporánea europea de la segunda mitad del siglo XX.
Establecer una diferencia entre lo que se concibe como free jazz e improvisación libre es difícil, sobre todo en este caso, y, aunque la etiqueta es un problema para lograr una escucha más receptiva y abierta, puede ayudar a tener una conciencia crítica de la historia. Se podría decir que el free jazz sucede cuando algo del léxico y lógica del jazz no solo se mantiene, sino que es el timón que estructura la música; por su parte, en la improvisación libre se suele intentar ir por caminos que se separen de cualquier tradición previa. Este trío no parece situarse en ninguno de esos dos terrenos y prefiere estar, más bien, en la delgadísima línea que los separa. Un claro antecedente es el trío de Jimmy Giuffre, Paul Bley y Steve Swallow, aunque con un grado de intensidad mucho mayor. Estos músicos encuentran una frontera –o un abismo– en la que parece borrarse lo propio de una tradición y de la otra. Por otro lado, cabe preguntarse de qué libertad se habla y en qué sentido cuando nos referimos a la improvisación libre, ya que, al día de hoy, podríamos hasta definir una estética y una tradición de ella.
El disco presenta una música superpolifónica y contrapuntística. Cada línea musical se sostiene por sí sola, pero a su vez se encuentra en consonancia con el resto, y el hecho de que los tres estén en el plano más superficial y directo permite una multiplicidad de escuchas, incluso vislumbrar el rol destacado que se tiende a dar a aquello que está en el registro más agudo. Gracias a esta convivencia musical paritaria es que, por lo general, la aparición y la desaparición de instrumentos no es algo que estructure el discurso musical, pues estos se intercalan para seguir una idea en común, incluso una misma línea melódica. En otras palabras, esta paridad permite diluir los protagonismos en pos de un fin mayor.
Si hay algo que caracteriza parte de la tradición del free jazzes su agresividad y, en este caso, ello se denota en la predominancia de ataques estridentes, incluso en los momentos más etéreos. Esa estridencia termina infectando todo el resto de los aspectos y subordinándolos, algo que puede incomodar o abrumar, no en un sentido estético sino sensible: estamos frente a una sensibilidad radical. Y esa infecciónllega hasta la estructura misma de las improvisaciones, logrando una música de cambios constantes. Claro que el término constante nunca es absoluto y siempre está enmarcado en una ventana temporal. Por lo general, se trata de ventanas de algunos segundos, en las que las ideas no aparecen para ser desarrolladas sino mutadas, para luego pasar a otras que tal vez no tengan relación directa con las anteriores, pero que se supeditan a una idea superior, a una forma general. De esta manera, los temas entre sí también pueden ser concebidos como diferentes ventanas y dar la sensación de que se trata de un terreno con profundidad, una fosa sonora en la cual el escucha puede adentrarse o salir, pero agarrado de una cuerda.
Cabe señalar que cada uno de ellos tiene desarrollado un trabajo netamente solista, así que cualquiera de los tres sabe cómo lidiar con la totalidad del espacio. Y es destacable cómo, en este trabajo, logran ocupar todo el espacio a la vez y, aun así, no solaparse, como si en vez de dividir y asignar lugares se mezclaran en el todo para que el resultado sea esa especie de lava.
Antes de la pandemia, Agustí solía visitar Argentina. Tal vez cuando las cosas se calmen tengamos la suerte de que los tres crucen el río y compartan esta música en tierras uruguayas.