“Arrecife”, la novela ¿Hace la inteligencia buena literatura? La pregunta puede parecer estúpida, pero si acotamos un poco el concepto “inteligencia” a ese que, con inocencia, usábamos antes –agudeza mental, capacidad de razonamiento, destreza dialéctica–, enseguida nos asaltan ejemplos de mentes brillantes que no dieron sino escritores medianos, caso de Sartre (con perdón), o del cautivante Aldous Huxley, que nos deslumbraba con el alarde de grandes discusiones que se leen como quien asiste a un partido de tenis. Y sin embargo, el arte estaba ausente. En una de sus crónicas para El Hogar, Borges constataba una cruel evidencia: ningún novelista es capaz de crear un personaje más inteligente que sí mismo, pero la capacidad de crear mentes brillantes, aunque entrega su cuota de placer, no g...
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