Un pegoteo que incomoda - Brecha digital
Disidencia sexual y saber académico

Un pegoteo que incomoda

Setiembre, 2022. Mientras las banderas de arcoíris cubren casas y edificios oficiales, mientras la calle es tomada por una marcha masiva y la diversidad cuenta con aparente aprobación general en el Uruguay de los derechos, el acoso virtual y el ataque de medios de prensa y políticos a las y los organizadores y participantes del seminario del Área Académica Queer (AAQ) de la Universidad de la República (Udelar) muestran que estamos lejos de poder abordar algunos problemas sin recibir oleadas de odio y deseos de represión. Si el contexto es de disputa y conflicto por la educación pública, cabe recordar que la Udelar y, particularmente, la Facultad de Ciencias Sociales han estado en la mira de la coalición, que, de modo constante, se dedica a levantar sospechas, acusaciones y tergiversaciones respecto a la legitimidad del conocimiento que allí se produce.

En su cumpleaños de 15, el AAQ convocó a discutir tres temas que no solo se encuentran en el núcleo duro de la agenda de la derecha, sino que también son zonas de debate entre y dentro de los propios movimientos sociales, y en el espacio público. El seminario abordó un tema cada día: antipunitivismo, infancias trans y pedagogías queer; se contó, como invitadas, con Moira Pérez, Siobhan Guerrero, Blas Radi, val flores, Andy Falcone, Dani Umpi y House of Polenta. También se armó una feria y exposición de la que participaron Mica P, Transpapeladxs y la biblioteca lesbofeminista Memoriales. Así, el AAQ buscó queerizar1 en su programa las fronteras entre arte y academia, apostando a una poderosa herramienta de teorización y experimentación ya reconocida en diversos espacios del medio académico internacional.

Las diferentes caras del deseo punitivista resultan un problema teórico y político para la disidencia sexual, y plantean preguntas incómodas en el seno de los propios feminismos, que se debaten entre escraches, luchas por el aumento de penas para abusadores y femicidas, y la búsqueda de horizontes de justicia alternativos a la justicia capitalista, patriarcal y punitiva. Además, el antipunitivismo y las preguntas que levanta confrontan directamente con el actual gobierno –y con el Estado– en su ímpetu represivo, ese en el que estuvo basada la campaña por la Ley de Urgente Consideración y la propia campaña electoral. Las infancias trans han estado en debate en Uruguay de forma continua desde la aprobación de la ley trans, en un proceso en el que ciertas ideas acerca de los derechos de las niñeces han sido manipuladas y utilizadas como argumentos para atacar a colectivos y personas trans, cuestionando sus derechos a definir su propia identidad o acceder a recursos básicos, como la salud. Sin embargo, no fueron estos temas –ciertamente polémicos y urgentes– planteados por el AAQ los que causaron revuelo en torno al seminario, sino la presencia de un torso desnudo –prohibido al ser identificado como de un cuerpo femenino, a contrapelo de la masculinidad con la que se identifica la docente– y de saliva: materialidades de una conferencia-performance de val flores sobre pedagogías queer. La intervención performática titulada «cuirizar la pedagogía. fantasías de un conocimiento pegajoso» buscaba reflexionar acerca de los modos de hacer de esas pedagogías, desobedientes de la heteronorma, que organiza espacios y relaciones educativas.

La acción nos puso en contacto con uno de los fluidos más proscritos en estos años de pandemia, a la vez que, simbólicamente, escupía sobre múltiples disciplinamientos del lenguaje y del cuerpo vigentes en ámbitos educativos. Lo que más asco nos da es, a menudo, lo que se nos obliga a retener por asqueroso; lo que aprendemos a controlar nos resulta amenazante cuando alguien más lo libera. El asco a la saliva de los demás es, quizá, menos extraño que el asco que nos da nuestra propia saliva. Aprendimos a temer al cuerpo, y ese temor es validado institucionalmente hasta hoy en día. Es a la deconstrucción de ese aprendizaje –entre otros– que el conocimiento pegajoso de flores invitaba a adherirnos; primero, mediante su acción y, luego, en una charla posterior con quienes estaban presentes. Durante ese intercambio –ignorado por los comentarios en redes y medios de prensa– se compartieron resonancias y sensaciones de la presentación, y se generó un espacio (auto)reflexivo que trajo al encuentro escenas y experiencias narradas en primera persona en diálogo con muchas de las preguntas leídas en la conferencia.

¿QUÉ (NO) PUEDE UN CUERPO EN LA UNIVERSIDAD?

Si lo queer anuncia un destino desviado o torcido, aparece la pregunta sobre qué espacios puede abrir la academia para su enunciación y expansión. Queer no es un tema, un subnicho de la teoría de género o una palabra clave intercambiable por cualquier otro ismo, sino una filosofía práctica que pide metodologías alternativas a las (re)conocidas, que llama a tomar acciones a la disidencia y a la desobediencia, que encarna la indisciplina. Queer entiende que la transformación de los modos de hacer es tan o más importante que las intervenciones en el plano discursivo. La orientación queer define que todo discurso se entreteje de lenguaje, experiencias y corporalidades en disputa, y, por ende, no hay ningún lenguaje (tampoco el universitario) que no se toque con regímenes de poder que regulan lo posible o inadmisible en cada situación.

Pese a que, en el texto leído como parte de la acción, la expositora compartía ideas que hubiera sido interesante que desbordaran el debate presencial para abonar discusiones posteriores, lo que llamó la atención y escandalizó no fue lo que se dijo, sino un fragmento descontextualizado de lo que flores hizo. Lo que incomodó fue la irrupción del cuerpo en el espacio logocéntrico y normalizado de la universidad, que provocó un cortocircuito en los límites de lo que está permitido hacer –y no solo decir– en el ámbito académico, en un presente en el que la vigilancia y represión están fortalecidas en todos los ámbitos educativos. Se puede decir lo que quieras, pero hacer muy poco. En esa lógica de exclusión no parece haber espacio para pensar sobre cuestiones que nos incomodan, y su censura es la solución única e inmediata que voces reaccionarias proponen en el debate público.

Pero, como dice el texto de la polémica conferencia:2 «Para romper con el consenso del miedo y de la obediencia, hay que romper los pactos de escritura». De poco sirve la libertad discursiva si no está acompañada de una transformación de las prácticas. De poco sirve una diversidad académica o queer si no tiene consecuencias sobre los procesos pedagógicos, las metodologías de enseñanza y producción de conocimiento, y las formas en que los cuerpos aparecen y conviven en los espacios de formación.

«¿Cómo un fluido corporal se mete en un acto de conocimiento?», preguntaba flores en su intervención. Y nos preguntamos: ¿cómo el cuerpo se mete en los actos pedagógicos performados en la universidad? ¿Cómo pensar las sexualidades en ausencia de los cuerpos y las materias que componen deseos, rechazos, atracciones, placeres? Esas son preguntas que nos deja la polémica fabricada, que una vez más logra hacer una finta a los problemas más interesantes planteados en el seminario en esta reciente edición, y que a varios colectivos académicos, políticos y artísticos nos gustaría abordar en profundidad.

Donde aparentemente «no hay un cuerpo» –relato conservador sobre el ideal del vínculo educativo–, hay poderes heteronormalizantes y violencias que se ejercen brutalmente. La educación tradicional es reproductora de opresiones que son epistémicas y también sexuales, y su acción disciplinante sigue siendo cotidiana. Tanto que el cotidiano procesamiento por abuso sexual de numerosos docentes y la denuncia permanente por casos de discriminación en ámbitos educativos no son motivo de pronunciamientos ni debates, a diferencia de un ritual performativo que integra saliva a su manera de pensar las relaciones entre lenguaje, cuerpo y política en nuestras prácticas pedagógicas.

La proscripción de los fluidos del cuerpo es la condición de (im)posibilidad para pensar la sexualidad desde la academia, y esto no le fue ajeno a la saliva, ese fluido que rodea la voz y la hace posible, que silenciosamente transporta palabras y sentidos. Lo que este episodio expresa es que la diversidad está en riesgo de volverse una consigna inocua y decorativa si no está dispuesta a confrontar con el pensamiento reaccionario, que está fuertemente instalado en el sentido común y en el de buena parte de la academia. También reafirma que la censura a prácticas queer o desobedientes desea obstruir algo que ellas tienen para decirnos, y que el ruido que se levanta cuando un cuerpo aparece en una conferencia de forma no habitual (y hace aparecer a los nuestros) se sostiene en un silencio: el silencio sobre la lesbofobia, sobre los asesinatos a personas trans y disidencias sexuales, el silencio sobre la represión como arma de la discriminación y segregación social, el silencio sobre el aumento de ollas populares y personas sin hogar, el silencio sobre la transformación educativa que hace a la educación cada vez más estatal y menos pública, volviéndola aún más precaria en su autonomía.

Si en los últimos años una parte de la diversidad fue engullida como alimento saludable para el cuerpo neoliberal y el mercado –que precarizan existencias llenándose la boca de derechos–, la disidencia sexual está aún muy sola y hasta la propia izquierda es capaz de aliarse a sectores reaccionarios cuando las cosas se ponen incómodas. Cuirizar la pedagogía «supone una crítica radical de los dispositivos de normalización que construyen identidades, al mismo tiempo que proscriben otras que devienen abyectas».3

En semanas de lucha y conflicto, en medio de panoramas políticos cada vez más derechizados y represivos, la universidad ha retomado prácticas radicales como la ocupación y la huelga para llevar adelante sus conflictos. ¿Qué esperar de la disidencia sexual? ¿Qué puede o no puede un cuerpo en la universidad? ¿Qué epistemologías y corporalidades pueden o no circular en espacios de producción de pensamiento? ¿Qué puede la universidad en un presente con cada vez menos salidas y una cada vez más golpeada autonomía?

No hay resistencia sin cuerpos que saben que sus existencias son el más importante campo de batalla. Si tanto se critica a las disidencias por una supuesta corrección política, entonces, ¿por qué pedir perdón por no corregirnos para adecuar nuestras prácticas pedagógicas y sexuales a la moral patriarcal y conservadora, por más que sea la que aún está vigente? Detrás del saludo a la bandera de la diversidad aún vive el odio a los cuerpos de la disidencia. Y citando a val flores: «Nuestro sentido de libertad está íntimamente ligado a la renovación de la imaginación».

1. El término cuir es adaptado al español rioplatense de diferentes maneras; cuir es la forma utilizada por referentes sudacas de la teoría en el campo académico.

2. val flores. «cuirizar la pedagogía. fantasías de un conocimiento pegajoso». Disponible aquí.

3. Ídem.

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