Desde las costas
del Mediterráneo hasta el desierto que se funde con Níger y Chad, Libia es un
caos. En el medio de ese caos, dos gobiernos que se disputan el poder y el
petróleo; cientos de milicias armadas que controlan diferentes zonas; el
peligro latente del resurgimiento del Estado Islámico o Al Qaeda; miles de
personas sometidas a la cárcel y a torturas, y una lucha entre potencias
regionales que pujan por lograr una influencia directa en el territorio.
Un nuevo capítulo
en la crisis libia se desató el pasado 4 de abril, cuando el autodenominado
“mariscal” Khalifa Haftar, líder del Ejército Nacional Libio y dirigente máximo
del gobierno que funciona en la ciudad de Tobruk, en el este del país, ordenó
el avance de sus tropas sobre la capital Trípoli, administrada por el Gobierno
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