En su momento, el activista y político xenófobo Rasmus Paludan había logrado golpear a la puerta del parlamento danés con 1,8 por ciento del voto popular, alcanzado a través de un discurso incendiario contra los musulmanes y una serie de manifestaciones provocadoras. No le había bastado para entrar en el Folketinget, pero este defensor de la limpieza étnica de todos los no occidentales en tierras nórdicas había conseguido catapultarse a la fama política en solo dos años. El envión no le duró demasiado y el proyectil Paludan ya no volaba –más bien, se arrastraba en las encuestas de opinión– cuando, en agosto del año pasado, terminó estrellándose contra un muro. Las revelaciones del diario Ekstra Bladet sobre las actividades online de Paludan liquidaron su carrera política en Dinamarca: ni ...
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