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Todos detrás de Los Olimareños

Una vuelta esperada

Foto: Juan Milans

Cada varios años la leyenda vuelve a cobrar vida. El 15 de marzo, en el Antel Arena, Los Olimareños volverán a enfrentar al público con lo básico de su repertorio de siempre y esas dos voces cuya suma es única.

—¿Hasta cuánto es la presión de la gente la que ha logrado este regreso?

Braulio López —En realidad uno no se junta exclusivamente por la presión de la gente, pero no deja de ser un factor importante. Es un aliciente saber que la gente te recuerda, que recuerda aquellas canciones.

—¿Qué va a encontrar la gente el 15 de marzo?

Pepe Guerra —La gente va a encontrar el repertorio de Los Olimareños, así de sencillo. Las canciones más emblemáticas, que es exactamente lo que está esperando. Siempre digo que la gente lleva en el bolsillo las canciones que quiere escuchar. Por supuesto es imposible cumplir con todas, pero sí con una buena parte.

¿Es posible elegir las cinco canciones más emblemáticas de Los Olimareños?

B L —Uy, dificilísimo. Mirá que son unas cuantas.

P G —Te cambio la pregunta. Dejame citar alguna canción de las que a mí, por lo menos, me gusta más cantar. Te diría “Orejano”, por ejemplo. Una canción absolutamente libertaria.

—Formaron parte de una generación inolvidable. ¿Cómo recuerdan los años de oro de aquel grupo que integraban con Zitarrosa, Viglietti, Carbajal, Tabaré Etcheverry, muchos que ya no están?

P G —Con inmenso cariño. Imaginate que éramos todos compinches de un mismo sueño, de una misma utopía. Pero también en la búsqueda de crear un nuevo cancionero uruguayo. Y digo nuevo porque cuando aparecimos nosotros prácticamente no teníamos un cancionero netamente propio.

—En esa época le dieron a Uruguay nada menos que “A don José”, que es una suerte de himno nacional no oficial.

B L —¿Te parece que no es oficial? Para mí es totalmente oficial, porque es una canción que fue oficializada por la gente. No fue impuesta por ninguna administración.

—¿Qué lugar ocupa Rubén Lena en la canción uruguaya?

B L —Fue uno de los pioneros y uno de nuestros creadores más importantes. Casi todo lo que hizo trascendió, y no sólo porque lo cantamos nosotros, sino también en interpretaciones de un montón de gente.

Y quisiera agregar que es uno de los creadores uruguayos con mayor frescura y personalidad, mostrando siempre la innegable riqueza literaria de sus textos. Un tipo de una originalidad única.

P G —Te diría que el “Rubio” estaba ubicado a mitad de camino entre el alambrado y el patio de su casa. Digo esto porque su obra no era “gauchesca-gauchesca”, como los poemas de Serafín J García, ni decididamente urbana e intelectual. Tenía un poco de ambos mundos.

—¿Es cierto que cuando salió Todos detrás de Momo no fue bien recibido por el público?

P G —Sí, claro. Tuvimos una cierta desazón al comprobar que la gente no había entendido esa propuesta.

—Pero Todos detrás de Momo estaba destinado a permanecer. ¿Qué les parece la reedición que se ha hecho de ese disco?

B L —Bueno, me parece genial, y es algo que le tenemos que agradecer a la gente del sello Ayuí. Era un disco perdido, porque cuando el golpe de Estado los militares entraron al Palacio de la Música, que fue el que lo editó en su sello Orfeo, y se llevaron muchas matrices de discos, entre las que estaba la de Todos detrás de Momo. Fijate que la gente de Ayuí debió masterizar la nueva edición a partir de copias lo mejor conservadas posible del vinilo original.

—Un gran trabajo, porque suena muy bien.

P G —Sí, totalmente. Lo que lamento es que Rubito se murió y no llegó a ver esta reedición. Me hubiera gustado que hubiese tenido esa satisfacción.

—¿Cómo recuerdan aquel día en el Estadio Centenario, al regreso del exilio?

B L —Eso quedará para siempre en un lugarcito bien especial del corazón. Nunca esperamos algo así.

P G —Creo que fue lo más importante que le pasó al dúo en toda su carrera.

B L —Totalmente de acuerdo. Además nunca cantamos ante tanta gente.

P G —Fue un caos. Pasó de todo. La lluvia, las carencias técnicas de todo tipo…

—Sin dudas, pero ahí está el disco de ese espectáculo, que es un mojón en el camino.

B L —Un disco bien uruguayo, hasta por sus carencias. Pero que a mucha gente le encanta. Hasta en Ecuador nos hablaron bien de ese disco.

—¿Quedaron conformes con el Dvd que se editó con el espectáculo del estadio hecho en 2009, cuando volvieron a juntarse?

B L —A mí me gustó mucho cómo quedó. Es totalmente fiel a cómo tocamos esa noche.

P G —Por ahí nadie lo sabe, pero hubo un problema con las guitarras. Yo tuve que tocar con una guitarra prestada. Digamos que pese a todo quedó “potable”.

¿Escuchan sus viejos discos?

B L —Yo lo hago siempre.

P G —En casa los gurises escuchan siempre nuestros viejos discos, y como yo estoy por ahí también los escucho, claro.

—¿Qué opinan los gurises de esa música?

P G —Increíblemente, están embaladísimos con todo aquello y con el hecho de que nos juntemos, aunque sea cada tanto.

B L —Pepe tiene razón. A mí me sucede con mis dos gurises, que apenas pasan los 20 años y les encantan esas canciones.

—¿Cómo ven el mundo de la canción, digamos “rural”, hoy en día?

P G —Hay toda una movida. La convocatoria de los festivales es impresionante desde hace muchos años. Hay gente que canta cosas muy banales, pero hay muchos muchachos jóvenes que se toman en serio la cosa. Eso sí, noto que hay una decadencia desde el punto de vista de los textos, respecto de otros momentos históricos de la canción uruguaya.

—¿Cómo funciona el reencuentro en el primer ensayo, después de tantos años?

B L —El disco duro de la memoria es increíble. Todo quedó registrado, y entonces sale de una, pese a los años de no tocar juntos.

—Después de tanto tiempo de haberse ido de Treinta y Tres, ¿cómo llevan en ustedes aquel departamento natal?

P G —Treinta y Tres es una usina de recuerdos lindísimos. Es la niñez, la adolescencia. Tuvimos el privilegio de criarnos con el arroyo Yerbal de un lado, el río Olimar del otro…

B L —Y no te olvides de la laguna de Arnaud…

PG —La laguna, por supuesto… Todo eso te marca mucho.

B L —Esos rincones del pago no se olvidan nunca. Yo sigo yendo bastante a Treinta y Tres, porque tengo hermanos allá.

P G —Los que nombramos son los lugares a donde íbamos cuando nos hacíamos la rabona en el liceo, así que imaginate si Treinta y Tres irá conmigo.

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