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Temer contra el cine

Que la brasileña “Aquarius” formara parte de la competencia oficial de Cannes ya era un golazo. Pero lo más llamativo de su pasaje por el festival fue la denuncia política que hizo el equipo de la película durante su recorrida por la alfombra roja.

En abril de este año, que la película brasileña Aquarius, del director Kleber Mendonça Filho (autor de la también brillante El sonido alrededor), formara parte de la competencia oficial de Cannes ya era un golazo. Se trataba de la única película latinoamericana en competencia, y le tocaba enfrentarse a consagrados como Almodóvar, Woody Allen, los Dardenne, Jarmusch, Park Chan-wook, los rumanos Puiu y Mungiu, y otros tantos de esa categoría. Finalmente la palma de oro se la terminó llevando el veterano Ken Loach con su Yo, Daniel Blake, pero la película brasileña no pasó desapercibida, cosechando exultantes elogios de la crítica y obteniendo a partir de allí una envidiable distribución internacional.

Pero lo más llamativo del pasaje de Aquarius por Cannes fue la denuncia política que hizo el equipo de la película durante su recorrida por la alfombra roja. Tanto el director como varios participantes del filme (incluida la actriz Sonia Braga) aparecieron portando carteles en inglés, francés y portugués que rezaban: “Brasil está atravesando un golpe de Estado”, “Dilma, vamos a resistir contigo”, “Brasil ya no es una democracia”, “Machistas, racistas y estafadores como ministros”, “El mundo no puede aceptar este gobierno ilegítimo”, y “54.501.118 votos prendidos fuego”, este último en referencia a los votos que obtuvo Dilma en las elecciones de 2014.

Más adelante Mendonça Filho –quien antes de ser director se desempeñó como crítico de cine durante décadas– se refirió a lo que fue el impeachment contra Dilma: “Lo que está sucediendo es un golpe de Estado, pero uno muy moderno y cínico”, dijo en aquel entonces a una entrevista con The New York Times.

Como era de suponer, las manifestaciones del elenco no agradaron al actual gobierno de Michel Temer, que hoy parecería estar cobrándoselas. Para empezar, Aquarius fue calificada en Brasil como apta para mayores de 18 años, supuestamente por sus escenas de sexo y por el uso de drogas, lo cual, de acuerdo al sistema de calificación del país, es un exceso por donde se lo mire. Una película fuerte en este sentido suele ser prohibida para menores de 16 años, y no hay nada en Aquarius que justifique tal calificación parental. La distribuidora apeló el fallo pero este fue ratificado, poniéndole una traba considerable a la distribución local de la película, ya que muchas salas de cine suelen mostrarse reacias a exhibir filmes con esa calificación.

Pero aun más grave es lo que está sucediendo en este momento. Cuando ocurrió lo de Cannes, Marcos Petrucelli, un crítico y periodista brasileño conocido en las redes sociales por sus fuertes diatribas contra Dilma, escribía: “Vergüenza es lo mínimo que se puede decir sobre el elenco y el equipo de Aquarius en Cannes. ¿No somos una democracia? ¿Qué tipo de régimen es este que permite al director y a 30 personas más irse de vacaciones a la riviera francesa? Ni los blockbusters de Hollywood van a Cannes con tanta gente”. Este mismo periodista fue escogido por el nuevo Ministerio de Cultura para formar parte del comité que elige la película que representa al país en las nominaciones de los premios Oscar a mejor filme extranjero. Debido a su designación, otros dos miembros del comité, el cineasta Guilherme Fiúza Zenha y la actriz Ingra Liberato, se retiraron para no avalar la presencia de Petrucelli, y en muestra de solidaridad varios directores retiraron sus películas de la carrera al Oscar: Gabriel Mascaro sacó su sobresaliente Boi Neon; Anna Muylaert su Mãe só há uma; y Aly Curitiba Para minha amada morta.

Finalmente, el comité de selección anunció que la película escogida fue Pequeno segredo, de David Schurmann. Por lo pronto, durante el primer fin de semana de estreno en los cines de Rio de Janeiro, Aquarius fue aplaudida y ovacionada con gritos de “Fora Temer!”.

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