«Soy Amanda –montevideana–/ hija de Amanda la de ojos de vaca/ diosa contemporánea/ corazón de mirlos con relámpagos […]; y de Rimmel padre/ gallo de riña/ violento cancerbero/ o tierno migajón bajo las plumas […]; soy Amanda mujer de José Pedro/ seguro como un cedro encrestado/ poderoso/ como la montaña/ necesario y distante como el río/ que nos da de beber […], soy Amanda madre de Álvaro/ ansioso/ velero «ardiente»/ fruto de la unión de ese árbol encendido/ con mi escuadra de navíos derivantes […], soy Amanda/ y voy hacia Amanda sin destino/ apátrida/ perseguida por un tábano dorado/ en medio de la púrpura/ de un empecinado y continuo/ asesinato de Amanda.»
¿Cómo puedo, sin apartarme de esos versos que refieren a un mito de origen, recordar a Amanda Berenguer? Evoco la ceremonia del ...
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