En el año 1988, durante el gobierno del socialdemócrata Jaime Lusinchi, tuvo lugar en Venezuela, en la localidad de El Amparo, una verdadera masacre. Sobre la frontera con Colombia, en el río Arauca, funcionarios policiales y militares venezolanos acribillaron a quemarropa a 14 personas, aduciendo que se trataba de guerrilleros colombianos. Pero los fallecidos resultaron ser pescadores venezolanos –sólo uno de ellos era colombiano–, y sin antecedentes judiciales.
Dos de los 16 pescadores que se encontraban en la embarcación sobrevivieron al ataque, escapando a nado por los canales del río Arauca. Fueron quienes en definitiva dieron su versión de los hechos, confrontando la versión oficial. Esta película recrea estos sucesos, por lo que su estreno en Venezuela fue prácticamente un hecho político. Como bien dice en sus créditos finales: “Después de 29 años los sobrevivientes, Chumba y Padilla, continúan exigiendo que se traslade el caso, de los tribunales militares, a los tribunales ordinarios. Ningún gobierno hasta la fecha ha atendido la solicitud”.
Uno de los mayores méritos de esta película es que la balacera, la masacre en sí, está omitida. Con esta elipsis el director Rober Calzadilla rehúye notablemente lo panfletario; el espectador, como el resto del pueblo, ignora qué sucedió, e irá imaginando los hechos a medida que los relatos comiencen a surgir. Son en cambio recreados los momentos previos, un recorrido realista y casi documental a través del pueblo de El Yagual (muchos de los intérpretes son habitantes de éste) en el cual se enfoca la vida cotidiana de algunos de los pescadores y los preparativos del convoy hasta que comienzan a navegar. Luego emergen las preocupaciones de los familiares, hasta que esos dos que escaparon a la masacre aparecen y son apresados por el comisario del pueblo.
También es notable cómo la película exhibe, a partir de ese momento, la manera en que el poder militar comenzó a ejercer presión sobre el colectivo, intimidando a los pescadores cautivos y a sus familiares para que confirmaran la versión oficial y se declararan terroristas. Así se expone, por un lado, la vulnerabilidad de los prisioneros, y por otro la creciente desesperación de los militares y la sucesión de circunstancias casi milagrosas que llevaron a que ambos pescadores se mantuviesen con vida, pese a los intentos por desaparecerlos. La acción conjunta del pueblo, del mismo comisario y de los medios de prensa cumplió un rol fundamental, por lo que queda instalada la idea de que la masacre de El Amparo se dio a conocer debido a una increíble sucesión de circunstancias afortunadas. Es muy probable que, previas a esta matanza, haya habido otras similares de las que no se tuvo conocimiento, y esta película da cuenta de ello con un esmerado y documentado abordaje, tan intenso como comprometido.