Sra. directora:
El artículo “Los espías brasileños y la puja en el Ejército”, de Samuel Blixen, publicado en la pasada edición, contiene –en mi opinión– nuevas miradas sobre las consecuencias del asesinato del exdirector del Servicio de Información de Defensa Ramón Trabal, hace ya 45 años, pero también grandes omisiones y da como firme una tesis que no fundamenta.
El artículo no explica la afirmación de que “unos pocos conjurados del alto mando militar sabían lo que iba a pasar el mediodía del jueves 19 de diciembre de 1974 en París”. Es verdad que muchos oficiales creyeron entonces, y algunos pueden aún hoy seguir creyendo, que el asesinato del coronel se debió a una interna del Ejército. Por eso, a pesar de los cinco asesinatos de Soca, pocos adjudican la muerte de Trabal a los tupamaros.
En 2011 entrevisté en Marsella al exlíder de Action Directe (AD) Jean-Marc Rouillan. Había sobrevivido a un pasado guerrillero y a una larga prisión en Francia, y en ese momento aún tenía puesta una tobillera porque estaba bajo el régimen de libertad vigilada.
En ese encuentro me contó que, en 1979, antes de caer preso por la muerte de un general y la del presidente de la Renault, pidió una reunión con el Mln-Tupamaros, una organización a la que los militantes de la ultraizquierda francesa naturalmente admiraban, para presentarles a los que habían matado a Trabal, un grupo de jóvenes franceses que, por su cuenta, había decidido eliminar a este representante de la dictadura uruguaya, así como a, entre otros, el embajador boliviano involucrado en la muerte de Ernesto “Che” Guevara.
Rouillan, a salvo de cualquier sospecha de colaborar con los servicios franceses o estadounidenses, me contó que los jóvenes que habían matado a Trabal y luego se habían sumado a su organización eran firmes militantes antimperialistas. También admitió que, aunque lo creía muy difícil, no podía descartar que hubieran sido infiltrados y manipulados por terceros.
La comunicación del líder de AD con el Mln-T en Francia debió pasar inadvertida para los tupamaros en Montevideo y en especial para Eleuterio Fernández Huidobro, de modo que, cuando Néber Araújo lo entrevistó en Canal 12 unos años después, repitió que a Trabal lo habían mandado matar sus propios camaradas.
Blixen insiste ahora en la misma línea y dice que la Brigada Internacional Raúl Sendic fue una “burda maniobra de encubrimiento”, pero Rouillan y otros afirman todo lo contrario y sostienen que los autores reivindican lo que hicieron.
Por otra parte, las informaciones e interpretaciones de los agentes del Servicio Nacional de Información brasileño en Montevideo, que ahora salen a la luz, son muy interesantes, pero no resuelven el caso ni respaldan la tesis de la conjura. Apenas confirman que Trabal era una piedra en el zapato de Esteban Cristi e incluso del propio Gregorio Álvarez.
Sergio Israel
Nota de Redacción:
No pretendo ahora entrar en una polémica con el colega Sergio Israel sobre la autoría del asesinato del coronel Trabal. No lo pretendí tampoco cuando escribí la nota para Brecha. Y evité mencionarlo aun cuando, como insumo informativo, contaba con el trabajo de Denis Merklen para la Escuela de Altos Estudios sobre América Latina “El caso Trabal en los archivos del Mae”, que sí hace mención al libro de Israel. Puesto que, al parecer, este se sintió en la necesidad de defender su tesis, aporto ahora lo que Merklen tenía para decir:
“El libro de Sergio Israel se basa en una serie de informaciones inexactas e imprecisas y en una entrevista que hace probable su supuesta resolución del enigma. Primero, Sergio Israel argumenta que el asesinato del coronel puede atribuirse a las Brigadas Internacionales (BI) porque, dice, el arma utilizada era una pistola calibre 7,65. Según él, las BI usaron este tipo de arma en tres de sus ataques ‘precisamente para dar una firma a su acción’, página 259. Sin embargo, Israel ignora dos detalles importantes. Trabal fue ejecutado por dos tiradores, cada uno con un arma diferente, no ‘un arma’, como él afirma. Como argumento adicional, Israel recuerda que tres miembros de las BI fueron arrestados en 1977 con un conjunto de armas utilizadas en la comisión de varios ataques, incluido el de Trabal, sostiene. Estas armas se identifican efectivamente como utilizadas en la comisión de tres ataques, pero no la del coronel uruguayo. La evidencia que tenemos muestra exactamente lo contrario de lo que afirma Israel. Los activistas de las BI serán juzgados y declarados culpables de la ejecución de tres delitos y condenados en consecuencia. Pero la justicia francesa nunca ha escuchado un juicio contra ellos por el ataque a Ramón Trabal”.
“Finalmente, Sergio Israel recurre a una entrevista que realizó con el líder de Acción Directa, Jean Marc Rouillan, en noviembre de 2011. Israel toma la historia de su entrevistado: que se organizó una reunión entre los autores del ataque y los Tupamaros en el exilio. Estos supuestamente reprocharon a los militantes de las BI que cinco de sus camaradas habían sido asesinados en represalia por la muerte del coronel (los fusilamientos de Soca). Una reunión de la que ningún activista de Mln-T que vivía en Francia, en el momento en que entrevistamos a varios de sus miembros, tuvo nunca conocimiento, y menos aun la dirección de los Tupamaros, que consulté sobre este tema para esta investigación”.
No hay nada que agregar.
Samuel Blixen