La historia, envuelta en un aire de tragedia silenciosa, se podría resumir en pocas líneas. En 2007 un joven de Chicago adquirió en una casa de subastas una caja con unos 3 mil rollos de negativos fotográficos. Demoró cierto tiempo en revelar algunos y calibrar su excelencia –no era un especialista en arte ni en fotografía–, otro poco en descubrir el nombre de la autora –ni siquiera figuraba una mención en Google–, y un poco más en dar con su paradero. En ese precioso tiempo que se demoró John Maloof, la fotógrafa desconocida falleció.
Se trataba de Vivian Maier (Nueva York, 1926-2009), una fotógrafa aficionada que vivió un tiempo en Francia –en Estados Unidos se hacía pasar por francesa exagerando el acento– y se dedicó al trabajo de niñera en las ciudades de Chicago y Nueva York. Desd...
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