En el lejano 1963, siendo diputado, presenté un proyecto que prohibía la instalación libre de máquinas tragamonedas, que acababan de aparecer en Montevideo. Eludiendo las prohibiciones sobre los juegos de azar, se las presentaba falsamente como un mero entretenimiento. Me inspiré en la legislación del estado de Nueva York, y las razones alegadas son las mismas de hoy: se trata de un juego de azar encubierto; instaladas libremente son un peligro social por su llegada a los menores, y chocan con la tendencia histórica del país, donde el Estado asumió la explotación o contralor de los juegos para tratar de que, reconocidos como un vicio social imposible de erradicar, sus ganancias revirtieran también en realizaciones útiles para la sociedad.
UNA CAUSA HONROSA. Sobre este tema, cada tanto h...
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