Seis años se cumplen del terremoto y el tsunami que causaron el desastre de la central nuclear de Fukushima, al noreste de Japón. El cataclismo había dejado en su momento un saldo de 18 mil muertos, pero además unos 170 mil pobladores fueron evacuados de la zona, dentro de un radio de 30 kilómetros.
Sin embargo, Fukushima no pasó a ser una ciudad fantasma sino que se mantuvo medianamente poblada, y las autoridades decidieron minimizar el suceso. Si bien existen controles de seguridad y medidas constantes de los niveles de radiación, las iniciativas nunca estuvieron a la altura de las circunstancias. Cada vez aparecen más casos de niños con copiosas hemorragias nasales y fuertes dolores de cabeza, extrañas coloraciones, erupciones en la piel; más de un centenar de ellos han contraído cáncer de tiroides. A pesar de que Greenpeace ha alertado además sobre las mutaciones en animales y plantas de la zona, se organizan ferias para gourmets con productos locales, y en las escuelas se consumen verduras y arroz de la región, bajo el eslogan “comamos comida local”.
Se ha vuelto incluso una prioridad para el gobierno de Fukushima la recuperación de la población perdida, pero lo cierto es que si los niveles de radiación existentes no fuesen lo suficientemente disuasivos, en la ciudad se ha instalado un nuevo e inesperado peligro: los jabalíes radiactivos.
Estos animales han proliferado al punto de convertirse en una verdadera plaga. Cuando la evacuación, comenzaron a descender de las montañas para instalarse en las zonas urbanas, y sus organismos hoy acumulan altos niveles de radioactividad, por haberse alimentado de vegetales contaminados. Según pruebas realizadas por el gobierno japonés, algunos de estos jabalíes tienen niveles de cesio 137 unas 300 veces más altos que los estándares de seguridad. El alcalde de la ciudad, Tamotsu Baba, ha llegado a decir en declaraciones recogidas por Reuters, que “no está muy claro quiénes son ahora los dueños de la ciudad, las personas o los jabalíes”, ya que estos animales les han perdido el miedo a los humanos e incluso han tomado varias de las casas abandonadas, comenzando a vivir y reproducirse allí dentro. Según informa The New York Times, también atacan ocasionalmente a las personas.
Es así que las autoridades locales han contratado a equipos de exterminadores, abocados a acabar con ellos, con trampas y armas de fuego, en cuatro de los pueblos ubicados en el área circundante a Fukushima. En la localidad de Soma se instaló un horno municipal para incinerar los cadáveres y filtrar el cesio radiactivo, pero no da abasto, ya que puede incinerar solamente tres jabalíes por día. En Nihonmatsu, a pesar de la creación de grandes fosas comunes, ya no hay lugar donde enterrar 1.800 jabalíes exterminados recientemente. Algunos cazadores entierran los cuerpos en sus propios jardines, pero éstos suelen ser desenterrados por perros salvajes. Para localizar a los jabalíes también se está haciendo uso de drones, equipados con sensores de calor.