Promesas incumplidas - Brecha digital

Promesas incumplidas

Adelanto del libro “20 años de cultivos transgénicos en Uruguay”.

Producción afectada por agrotóxicos en Canelones / Foto: Nicolás Garrido Producción afectada por agrotóxicos en Canelones / Foto: Nicolás Garrido

Este trabajo desanda el discurso impuesto sobre las bondades de los transgénicos y su contribución a la seguridad alimentaria y la agricultura sustentable. Analiza los impactos ambientales, económicos y estructurales de los transgénicos, las consecuencias del patentamiento de semillas, y ofrece propuestas vinculadas al desarrollo de la soberanía alimentaria y la agroecología en Uruguay. Escrito por la organización Redes-Amigos de la Tierra con apoyo de la Fundación Heinrich Böll, será presentado hoy, viernes, a las 18 horas, en el Espacio Interdisciplinario de la Universidad de la República.* Brecha publica aquí el capítulo introductorio.

En octubre de 1996 Uruguay se ubicó entre los primeros países en aprobar la liberación al ambiente de un cultivo transgénico. Se trató de la soja Roundup Ready (RR) de Monsanto, que presentaba la novedad de ser tolerante a un herbicida desarrollado por la misma empresa: el glifosato. Veinte años después hay liberados cinco tipos de cultivos transgénicos de soja y diez de maíz en Uruguay. En la zafra 2016-17 los primeros cubrieron 1,1 millones de hectáreas y los segundos, unas 66 mil hectáreas. La soja se ha convertido en el principal cultivo agrícola del país y el uso de semillas transgénicas tolerantes al glifosato ha sido parte fundamental en el desarrollo de un paquete tecnológico que ha dado impulso al agronegocio sojero.

Mucho se ha argumentado a favor y en contra de los cultivos transgénicos. Las trasnacionales biotecnológicas que los desarrollan se han autoasignado el rol de proveer al mundo de soluciones tecnológicas innovadoras que promuevan la “agricultura sustentable” y la “seguridad alimentaria”. Es así que presentan a los cultivos transgénicos como la solución para producir más y mejores alimentos preservando los recursos naturales, en un contexto de crecimiento poblacional. Sus promesas con respecto a las virtudes de esta tecnología tienen mucho de eslogan publicitario y poco de correlato con la realidad. De hecho, luego de veinte años, siguen siendo dos los tipos de rasgos aportados por los cultivos transgénicos: tolerancia a herbicidas y toxicidad para larvas de lepidópteros (lagartas). El aumento en la productividad de los cultivos no está vinculado a la tecnología transgénica, y en cuanto a la sustentabilidad ambiental de la agricultura, la experiencia uruguaya y la del Cono Sur como región muestra claramente que el desarrollo de los cultivos transgénicos en lugar de soluciones trajo múltiples problemas. Sin embargo, el “optimismo tecnológico” respecto de los transgénicos no es exclusivo de las corporaciones que los desarrollan. Este optimismo ha permeado también a algunos agentes de gobierno e instituciones multilaterales, en particular a aquellos vinculados a las áreas de agricultura, ciencia y tecnología; en Uruguay cunden los ejemplos.

Actores importantes de la comunidad académica a nivel mundial, particularmente los vinculados a la biología molecular, son activos promotores de esta tecnología y férreos detractores de aquellos que se dignen cuestionar su opinión basada en la “ciencia”. Una muestra extrema de esta posición es la carta que a fines de junio de 2016 se publicó en la página web de la campaña Support Precision Agriculture1 y que fuese presentada en una conferencia de prensa en Washington, la semana previa a que el Senado de Estados Unidos votara una ley que regula el etiquetado de alimentos transgénicos.2 La carta, promovida por dos premios Nobel con intereses en la industria biotecnológica,3 recogió la adhesión de más de cien premios Nobel en áreas como química, física, medicina y economía. La misiva estuvo dirigida a los líderes de Greenpeace, a la Onu y a los gobiernos de todo el mundo. Luego de fundamentar la necesidad de duplicar la producción de alimentos para el año 2050, la carta insta a las organizaciones que se oponen al “fitomejoramiento moderno” a desistir de sus campañas “antitransgénicos” y en particular en contra del “arroz dorado”. La hipótesis, transformada en tesis por quienes redactaron la carta, es que los transgénicos en general aportarán a duplicar la producción de alimentos para el año 2050 sin causar ningún tipo de daños, y que el arroz dorado (un arroz transgénico) puede reducir o eliminar la mayoría de las enfermedades y muertes causadas por la deficiencia en vitamina A, la cual tiene una alta incidencia en poblaciones malnutridas de África y el Sudeste asiático.

Veinte años de historia de cultivos transgénicos comerciales contradicen estas expectativas, que tienen mucho de credo y carecen de sustento en hechos; por esto es sorprendente y preocupante que tantos premios Nobel hayan adherido a semejante declaración. Con respecto a las bondades del arroz dorado, después de más de 20 años de investigación y más de 100 millones de dólares de inversión, no se han logrado los rendimientos aceptables para que sea considerado una fuente alternativa de vitamina A.4, 5, 6 En cuanto a la necesidad de aumentar la producción de alimentos, el incremento en la productividad de los cultivos no está vinculado a la transgénesis en ninguno de los que se realizan a gran escala.7 Con respecto a los impactos en la salud y el ambiente de los cultivos transgénicos, mostraremos en esta publicación que su inocuidad está cuestionada, y que su desarrollo ha provocado impactos negativos en el ambiente que se evidencian con sólo analizar la escasa información de que se dispone a nivel nacional y regional.

Es importante tener presente que a nivel mundial, y también a nivel nacional, la mayor parte del área sembrada con cultivos transgénicos corresponde a cultivos tolerantes a herbicidas (88 por ciento a nivel mundial y prácticamente el 100 por ciento a nivel nacional), con el consecuente aumento en el uso de estos plaguicidas, en particular del glifosato. Los cultivos transgénicos tolerantes a herbicidas aportan a la simplificación en el manejo de cultivos de gran escala, al posibilitar un uso más intensivo de herbicidas y facilitar la siembra directa. Son una respuesta apropiada al problema de una agricultura basada en monocultivos, dependiente de insumos externos y gestionada con el propósito central de reproducir el capital. Analizando datos de Uruguay se evidencia que el desarrollo de los cultivos transgénicos ha provocado un manejo más simplificado y degradante de los ecosistemas agrícolas y han colaborado en el desarrollo de una agricultura concentrada en pocos actores, homogénea desde el punto de vista del manejo y privatizada en cuanto al acceso a las tecnologías. Si bien los desarrolladores de esta tecnología declaran su compromiso con la agricultura sustentable,8 dados los datos de sus impactos luego de 20 años se hace evidente que el concepto se usa meramente como eslogan publicitario.

La idea fuerza de que la biotecnología moderna, en particular los transgénicos, son imprescindibles para salvar del hambre al mundo está en la base del aparato propagandístico de las empresas que desarrollan esta tecnología, y de ella se hacen eco actores políticos y funcionarios vinculados a la producción agropecuaria de los gobiernos en los países donde son aprobados estos cultivos, como es el caso de Uruguay. Según el informe de la Fao “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015”,9 las estrategias más exitosas para combatir el hambre se vinculan al crecimiento económico inclusivo (crecimiento acompañado de políticas redistributivas y de protección social); a mejoras en la disponibilidad y al aumento en la productividad de los recursos en manos de agricultores familiares, comunidades forestales y pescadores artesanales; a la disponibilidad de mercados para este tipo de productores; y a evitar situaciones de crisis prolongadas derivadas de conflictos y catástrofes ambientales (las naturales y las provocadas por el hombre). El desarrollo de los cultivos transgénicos en la región del Cono Sur ha tenido un impacto negativo en cuanto al desarrollo de algunas de estas estrategias y no ha favorecido a ninguna de ellas. El espectacular crecimiento de la agricultura a gran escala ha estado asociado particularmente al cultivo de soja transgénica, y si bien esto se tradujo en un aumento del Pbi de los países de la región, impactó favorablemente sólo en los casos en que se aplicaron políticas redistributivas y de protección social. Sin embargo, el desarrollo de los monocultivos de soja implicó el despojo de tierras de comunidades campesinas y forestales, particularmente en el norte de Argentina, Brasil y Paraguay.10, 11 En la región pampeana el desarrollo de la agricultura de gran escala, facilitada por la tecnología de la soja transgénica resistente al glifosato se impuso sobre la agricultura familiar, reduciendo el número de productores familiares y dificultando el acceso a los recursos por parte de éstos. La generalización de la siembra directa y el aumento en la intensidad en el uso de plaguicidas y fertilizantes asociados a este tipo de producción ha traído problemas ambientales –vinculados a la erosión de suelos y la calidad del agua– y sanitarios, en una población expuesta a una dosis creciente de estos agrotóxicos. Además, los cultivos transgénicos han sido parte de un proceso de privatización del conocimiento y los recursos y de oligopolización de la cadena agroalimentaria, que daña seriamente la posibilidad de desarrollar las estrategias recomendadas por la Fao.

Volviendo a la carta de los premios Nobel promovida por Roberts y Sharp, como corolario ésta termina haciendo un emotivo llamado a los gobiernos del mundo a rechazar las acciones de quienes se oponen a los transgénicos: “Hay que detener esta oposición basada en la emoción y el dogma que contradice los datos. ¿Cuántas personas pobres en el mundo tienen que morir antes de que consideremos esto un ‘crimen contra la humanidad’?”. Parafraseando a sus redactores cabría exclamar “Hay que detener esta promoción de los cultivos transgénicos basada en la emoción y el dogma que contradicen los datos”. Tratar de criminales a quienes cuestionamos el desarrollo de los cultivos transgénicos es un extremo lamentable que preferimos no parafrasear.

Luego de transcurridos 20 años de la aprobación del primer cultivo transgénicos en nuestro país, pretendemos hacer un balance crítico de lo ocurrido. Entendemos que lo relativo a los cultivos transgénicos es un tema que ha adquirido cada vez más visibilidad en nuestra sociedad, en particular por los conflictos vinculados con las aplicaciones de agrotóxicos y la contaminación de cursos y fuentes de agua que se están dando en nuestro territorio. Sabemos que estos conflictos no se restringen a los cultivos transgénicos y que están vinculados al desarrollo de una agricultura de gran escala que desplaza a la producción familiar y expone a la población y al ambiente a una carga creciente de sustancias potencialmente tóxicas. De todas formas los cultivos transgénicos, y en particular la soja, tienen un rol protagónico en este conflicto, y varios de los nuevos eventos transgénicos actualmente en vías de aprobación (soja y maíz tolerantes a los herbicidas dicamba y 2,4-D), lejos de aportar soluciones, agudizarán los problemas.

Nuestra organización ha dado seguimiento a este tema y ha participado en instancias públicas de construcción de propuestas normativas y de consultas ciudadanas. También junto a la Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas de Uruguay ha impulsado, con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll y en convenio con algunas facultades de la Universidad de la República, estudios que han demostrado la presencia de transgenes en maíces criollos, lo cual cuestiona la viabilidad de la política de “coexistencia regulada” enunciada en la reglamentación vigente.

Desde el año 2013 Redes-AT ha desistido de participar en las instancias de consultas públicas relativas a las solicitudes de autorización de nuevos eventos transgénicos vegetales que lleva adelante la autoridad competente (Comisión para la Gestión del Riesgo del Gabinete Nacional de Bioseguridad). Los motivos de tal decisión fueron trasmitidos a dicha autoridad por medio de una carta que en su parte medular señala lo siguiente: “La limitada difusión de la instancia de consulta pública, las restricciones en el acceso a la información necesaria para poder participar, la no socialización de los comentarios, la falta de comunicación acerca de los argumentos por los cuales los aportes de las organizaciones son o no son tenidos en cuenta, nos llevan a concluir que la instancia de consulta pública, de la forma en que actualmente se lleva adelante, tiene un carácter puramente nominativo”. Lamentablemente no se han producido cambios que justifiquen que nuestra organización participe de dichas instancias pero no por esto hemos dejado de dialogar con actores tanto de gobierno como de otros sectores de la sociedad vinculados a este tema.

Con esta publicación Redes-AT pretende hacer un aporte al debate informado sobre la problemática vinculada a los cultivos transgénicos. Ésta está dirigida a todos aquellos que tengan interés en el tema. Los contenidos se estructuran en cinco capítulos. En el primero de ellos se describen los cultivos transgénicos, aportando datos sobre la tecnología en sí y sobre su situación actual a nivel mundial y en particular en Uruguay. Se describe para Uruguay el marco normativo vinculado a la evaluación de riesgos y lo referente al etiquetado de los alimentos derivados de estos cultivos. El segundo capítulo aborda los impactos en el ambiente y en la salud de la población derivados del desarrollo de estos cultivos. La elaboración de este capítulo se apoya en un trabajo efectuado por un equipo interdisciplinario de la Universidad de la República que, en el marco de un proyecto financiado por la Comisión Sectorial de Investigación y Ciencia de esa universidad, elaboró un informe referido a la temática. El tercer capítulo analiza aspectos referidos a los impactos económicos y estructurales que ha tenido el desarrollo de la agricultura de gran escala, cuyo motor ha sido el cultivo de soja transgénica. En el cuarto capítulo se habla de la temática vinculada al patentamiento de las semillas y los derechos de propiedad intelectual. En el capítulo de cierre se estudian propuestas vinculadas al desarrollo de la soberanía alimentaria y la agroecología en nuestro país.

Esperamos aportar datos y argumentos que estimulen el debate y la actitud proactiva de la ciudadanía en relación con estos temas.

*    Rodó 1843 y Emilio Frugoni. La versión digital puede leerse de forma gratuita en www.redes.org.uy

  1. Disponible en: http://supportprecisionagriculture.org/nobel-laureate-gmo-letter_rjr.html
  2. Véase: http://www.nytimes.com/2016/07/07/business/gmo-labeling-bill-passes-first-hurdle-in-senate.html?_r=0
  3. Se trata de Richard Roberts y Phillip Sharp. Roberts es director científico de New England Biolabs (https://www.neb.com/about-neb/leadership) y Sharp es cofundador de Biogen y Alnylam Pharmaceuticals (http://web.mit.edu/sharplab/shortbio.html).
  4. Stone & Glover, 2017: http://link.springer.com/article/10.1007/s10460-016-9696-1
  5. https://www.independentsciencenews.org/health/goodbye-golden-rice-gm-trait-leads-to-drastic-yield-loss/
  6. Bollinedi et al, 2017: http://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0169600
  7. Véase: “Genetically Engineered Crops. Experiences and Prospects”, National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine, págs 65-66.
  8. Véase el compromiso de Monsanto con la agricultura sustentable: http://www.monsantoglobal.com/global/ar/nuestros-compromisos/Pages/agricultura-sustentable.aspx
  9. Fao, Fida y Pma, 2015, “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015. Cumplimiento de los objetivos internacionales para 2015 en relación con el hambre: balance de los desiguales progresos”. Roma, Fao.
  10. Véase Aranda, Darío, Tierra arrasada. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2015.
  11. Véase “Con la soja al cuello. Informe sobre agronegocios 2013-2015”. Base-IS, Asunción, 2015.

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