En 1996, Tomás de Mattos –que, como Circe Maia, nació en Montevideo, pero vivía en Tacuarembó– escribió en estas mismas páginas que si bien Circe gozaba de una merecida fama de mujer despistada, no se atrevía a definirla como distraída; el término que consideraba más pertinente era abstraída. Alejandro Paternain vio temprano que, bajo su engañadora sencillez, palpitaba una aventura de esencial gravitación. Es que hay en Circe matices pertinaces que operan como variaciones reveladoras de una personalidad tan sencilla como compleja, que habita la poesía y la filosofía con doméstica naturalidad, convencida de que la destrucción del instante que acaba de pasar es el rasgo distintivo de su obra.
Por un quebranto de salud, Circe, de 88 años, no pudo estar presente en el acontecimiento que ho...
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