Cuentan que era frecuente que Fabini se internara en el monte o caminara por la orilla del arroyo Mataojo tocando el violín. Una de las personas que disfrutaba de su arte era Silvia López, quien solía decir: “Cuando yo tenga un hijo lo voy a llamar Eduardo, para que sea músico, como don Eduardo”. Evidentemente su deseo fue muy fuerte y vaya si se hizo realidad. Silvia se mudó a Montevideo en 1938 y dos años después, el 19 de setiembre de 1940, dio a luz un niño al que, con su esposo, llamaron Ángel Eduardo, quien habría de convertirse en un músico brillante: el popular Mateo.
Los dos arroyos Solís (grande y chico) deben su nombre a un faenero de ese apellido, cuyas tierras se ubicaban entre los dos cauces de agua. El mataojo es un árbol que crece en zonas húmedas y cuya madera se utiliza ...
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