Tras las elecciones de Estados Unidos, politólogos, sociólogos, economistas y periodistas, entre toda una gran gama de especialistas, han salido a hacer análisis explicativos sobre por qué resultó ganador el republicano Donald Trump, pero nada parece conformarnos.
Entre las teorías conspirativas, una de las más llamativas es aquella que acusa a Facebook de manipular a los usuarios difundiendo noticias falsas para favorecer a Trump. En medio de la campaña, titulares como “El agente del Fbi relacionado con el caso de los correos de Hillary fue encontrado muerto en su apartamento” o “El papa Francisco sorprende al mundo al apoyar a Donald Trump para su presidencia”, de medios de comunicación inexistentes como Denver Guardian o Ending the Fed, se compartieron y difundieron miles de veces, e incluso fueron ofrecidos en las páginas de inicio de los usuarios de la red social.
Las especulaciones llegaron a tal punto que el mismísimo niño mimado de Palo Alto, Mark Zuckerberg, debió salir a defenderse tras las elecciones. A través de un comunicado explicó que “de todo el contenido presentado por Facebook, más del 99 por ciento de lo que ven los usuarios es real. Sólo una cantidad mínima son noticias falsas, y ese contenido falso publicado no siempre tiene que ver con política”.
Según el Centro de Investigaciones Pew, el 44 por ciento de los estadounidenses se informa principalmente a través de Facebook, y el 20 por ciento de los usuarios con perfiles sociales aseguró haber modificado su postura respecto a un tema político o social debido a algo que habían visto en las redes sociales. Zeynep Tufekci, docente de la Universidad de Carolina del Norte, se ha dedicado a estudiar el fenómeno y analizó que, por ejemplo, la falsa noticia del apoyo del papa a Trump “fue compartida casi un millón de veces, y tuvo un alcance de decenas de millones”. Para el especialista, “desde luego, Facebook ha tenido una influencia significativa en el resultado de las últimas elecciones”.
El grupo de personas encargado de la sección “historias más leídas” de Facebook “fue despedido y remplazado por un algoritmo”, señaló Zuckerberg, en una de sus frases menos confortantes. Ahí estaría su explicación, se trata de un algoritmo, es decir, un conjunto de operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo y hallar la solución a un tipo de problemas. Para la aplicación, tal problema sería captar qué es aquello que realmente nos interesa a los usuarios y lograr así seducirnos y complacernos. Para seleccionar qué mostrar en nuestro muro, Facebook se basa en los “me gusta”, aquello que se comparte, lo que se comenta y los clics que los usuarios hacen en las publicaciones. Otra versión –bastante creíble– señala que Trump invirtió cerca de 56 millones de dólares en publicidad engañosa en Facebook, casi tanto como lo que invirtió en su campaña televisiva (68 millones).
Para desprenderse de toda responsabilidad, Zuckerberg ha luchado por evitar clasificar a Facebook como una compañía de medios e insiste en que se trata de una empresa de tecnología, lo que significa que no se hace responsable del contenido de su plataforma. Si bien se le reclama una mejor e intensiva vigilancia, teniendo en cuenta que la mayoría de los usuarios utilizan solamente Facebook como su principal medio de información, para el programador la función de la empresa –que obtiene sus ganancias por la publicidad– es oficiar de plataforma de distribución primaria para medios digitales.