El sueño de la fonética produce monstruos. Entre sus compañeros del Colegio Dámaso Centeno, Charly García tenía un amigo con un apodo muy curioso: Ichina. Eran los primeros sesenta. En plena beatlemanía, los temas de Lennon y McCartney circulaban como un reguero de pólvora y los chicos se reunían para cantar o poner los discos. Cada vez que escuchaba el guitarrazo de «A Hard Day’s Night», el muchacho daba la señal de partida: Ichina jar dei nai… No era un caso aislado. Aunque todos parecían sentirse convocados por esa música, una buena parte del planeta no tenía ni la más remota idea de lo que decía. Así, de la misma manera en que circulaban cancioneros ridículos en castellano, aún hoy nadie se escandaliza demasiado cuando las películas de Hollywood son tituladas casi a la marchanta. Los ...
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