Para no morir en la orilla - Brecha digital
La amenaza de encajonamiento del proyecto de ley de eutanasia

Para no morir en la orilla

El proyecto de ley que propone legalizar la eutanasia en Uruguay tiene media sanción: recibió 57 votos en la Cámara de Diputados. El camino hasta esa votación no fue fácil, y el futuro posiblemente sea aún más incierto.

Desde que el diputado colorado Ope Pasquet presentó la iniciativa en marzo de 2020, se desplegaron dos tipos de oposición distintos: de forma y de fondo. Aquellos a los que les preocupan las formas desconfían de los parámetros que se establecen para evitar los abusos en un tema tan delicado. Esta postura tiene mucho para aportar en la discusión de cómo establecer garantías, de cómo convertir un papel votado por legisladores en una norma que pueda ser aplicada, que navegue las difíciles aguas que están entre una burocracia paralizante y un exceso peligroso. Esta posición enriquece el debate sobre cómo crear garantías para evitar amenazas, presiones o abusos impunes en la decisión de una persona sobre su destino.

Los que se oponen por razones de fondo, por otro lado, niegan la posibilidad de que un paciente pueda, ante circunstancias desesperadas, desear la muerte con sinceridad, y sostienen que hay una sola manera de enfrentarse a la vida y la muerte, que debe ser impuesta a toda costa. No creen que las personas seamos realmente libres de elegir nuestro destino, sino que entienden que debemos ser obedientes a lo que una fuerza superior decida por nosotros. Como dijo la senadora colorada Carmen Sanguinetti: «Nos morimos cuando llega el momento de morirse».1 Cuando dicen que una persona que pide la eutanasia, en realidad, no la quiere, sino que solamente quiere dejar de sufrir, se arrogan a sí mismos la capacidad de determinar qué es lo que esa persona en realidad está sintiendo, infantilizándola. Cuando se niegan a escuchar las voces de los pacientes que dicen que los cuidados paliativos a veces no son suficientes y que la medicina y la farmacología no han vencido todavía todos los sufrimientos, demuestran que ven a quienes padecen enfermedades terminales como recipientes de una caridad vertical, que no los respeta como seres humanos con sentimientos y pensamientos válidos. En general, esta clase de opositores quiere camuflarse entre los primeros, pero son distintos: mientras que los que dudan de las formas se oponen a la mala aplicación de una ley de eutanasia, los que dudan del fondo se oponen a la eutanasia como concepto.

La defensa de la legalización de la eutanasia también tiene, por lo menos, dos orígenes distintos, pero que no se excluyen entre sí. Desde un punto de vista filosófico, hay quienes entienden que la legislación debería ampliar las libertades y los derechos de las personas, que el Estado debe dar garantías en lugar de hacer la vista gorda a los problemas y que la autonomía del cuerpo es un principio central. Verdaderos liberales, en el mejor sentido de la palabra.

Desde el corazón, también estamos aquellos a los que nos mueve el dolor de las injusticias vividas por seres queridos. Nuestra rebeldía está arraigada en el profundo sentimiento de empatía hacia los que ya atravesaron una muerte contraria a sus valores, porque sabemos que la realidad rompe los ojos y el statu quo es insoportable, y por eso pedimos que se escuchen las voces de aquellos a los que es más fácil ignorar.

Atravesado por estas discusiones, después de las opiniones de expertos nacionales e internacionales, de cátedras universitarias, de instituciones del sistema de salud y de organizaciones de la sociedad civil recibidas durante meses, el proyecto de ley fue aprobado por la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados. La bancada del Frente Amplio (FA) hizo una propuesta alternativa, que fue unificada con el proyecto original, y el día de la votación incluso se recogieron modificaciones planteadas por diputados del Partido Nacional. Finalmente hubo votos favorables de miembros de todos los partidos, menos de Cabildo Abierto (CA) y el Partido Ecologista Radical Intransigente, y la votación trascendió la división entre gobierno y oposición. Desde octubre de 2022, entonces, el proyecto está en manos de la Comisión de Salud de la Cámara de Senadores.

En su futuro hay algunas certezas: mientras que parece claro que el FA volverá a acompañar el proyecto, los sectores más conservadores de los partidos tradicionales harán todo lo posible para que nunca sea votado. Volverán a aparecer falacias de todo tipo, noticias falsas, conexiones artificiales con temáticas como el suicidio o la salud mental, conspiraciones, cifras sin sustento alguno y planteos calcados de movimientos de la derecha antiglobalista de otros países. Es claro, además, que la legalización de la eutanasia no va a ser una prioridad de la agenda legislativa, porque el Senado tiene en manos discusiones como la seguridad social, las modificaciones al régimen de gestación subrogada y las reparaciones a las víctimas de la guerrilla. Otra certeza es que, en el Parlamento, la legalización de la eutanasia no va a ser tratada antes que el proyecto de ley de cuidados paliativos, que espera su turno, intocado desde diciembre de 2021. Por último, es evidente que la campaña electoral del año que viene no será el contexto más propicio para hablar de muerte asistida, por lo que las esperanzas de aprobación del proyecto se limitan a este año.

Por otro lado, las incógnitas se acumulan. No es claro que haya suficientes legisladores de la coalición de gobierno dispuestos a votar el proyecto, porque sus expresiones hasta ahora han sido en extremo cautelosas. Quedan dudas sobre el rol que el golpeado Partido Colorado va a jugar este año: a pesar de haber sido el primero en impulsar el tema en Diputados, tiene miembros en el Senado que, debajo de un barniz de progresía tecnócrata, guardan un conservadurismo alineado a la derecha más dura. Y, si bien la oposición de Cabildo Abierto es conocida, el cambio de Daniel Salinas por Karina Rando en el Ministerio de Salud Pública también genera interrogantes.

De todas maneras, la incógnita más grande es qué lugar ocupa la eutanasia en la ideología del presidente Luis Lacalle Pou. En su discurso de asunción, dijo que habrá hecho bien las cosas si al final de su gobierno los uruguayos somos más libres que al principio, y ha insistido hasta el cansancio en la retórica de la libertad responsable. Pero, si se opusiera al proyecto, no sería la primera vez que sus convicciones religiosas y sus alianzas lo llevaran a posicionarse en contra de expandir esas libertades, como sucedió en el caso del matrimonio igualitario cuando era legislador. Con el pedido explícito de CA y la Iglesia católica de vetar la ley de eutanasia si llegase a ser aprobada, el presidente tendrá que demostrar si sus credenciales liberales tienen sustento o puede más su conservadurismo.

Pero la amenaza más grande a la legalización de la eutanasia es la falta de coraje de los legisladores, que saben que el costo político de ignorar a la ínfima cantidad de personas que estaría habilitada a pedirla es muy bajo. Los enfermos terminales nunca van a competir en influencia con cámaras empresariales, sindicatos u otros grupos de presión. No van a hacer marchas por 18 de Julio, no tienen ningún poder para hacer huelga. Sus familias, atravesadas por el dolor que implica el acompañamiento de esas situaciones, no están en condiciones de organizarse para exigir que se las escuche. Son un grupo fácil de ignorar, pero su carácter minoritario no los hace menos merecedores de la atención de los representantes.

Es posible construir un Uruguay más justo con sus habitantes, menos hipócrita, donde las personas estén en el centro y donde nadie se arrogue el poder de imponer a otro cómo morir, pero la ventana de oportunidad se cierra rápido y exige valentía de parte de todos. Un tema que solía ser tabú ya está dejando de serlo: cuatro de cada cinco uruguayos2 piensan que esta ley debería ser realidad, y su posicionamiento supera barreras partidarias, religiosas, etarias y de nivel socioeconómico y educativo. De la misma manera, cuatro de cada cinco médicos3 están a favor de que exista un marco legal para ayudar al bien morir. Depende de nuestros senadores estar a la altura de lo que la moral y la población uruguaya les reclaman.

1. La Diaria, 23-XI-22. Disponible en https://ladiaria.com.uy/politica/articulo/2022/11/carmen-sanguinetti-y-su-voto-contrario-al-proyecto-de-eutanasia-nos-morimos-cuando-llega-el-momento-de-morirse/.

2. SMU (6 de junio de 2020), El 82 % de los uruguayos está de acuerdo con la eutanasia y el 62 % con el suicidio asistido según encuesta realizada por SMU. Disponible en: https://www.smu.org.uy/el-82-de-los-uruguayos-esta-de-acuerdo-con-la-eutanasia-y-el-62-con-el-suicidio-asistido-segun-encuesta-realizada-por-smu/.

3. SMU (28 de agosto de 2020), El 82 % de los médicos está de acuerdo con la eutanasia según una encuesta encargada por el SMU. Disponible en: https://www.smu.org.uy/el-82-de-los-medicos-esta-de-acuerdo-con-la-eutanasia-segun-una-encuesta-encargada-por-el-smu/.

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