Pocos autores de canciones le han dedicado tantos versos al camino. Pensemos en el hiperconocido «Adiós, mi Salto, te dije un día,/ mirando el último naranjal», que, además, es uno de los mejores comienzos melódico-letrísticos de canción que conozco. Allí, Lima no menciona el camino, pero sí la situación de emigrar, que lo implica, y en el estribillo concreta: «Hoy el camino tiene mil huellas/ para mis ansias de caminar;/ nadie camina mejor, te juro,/ que aquel que aprende sobre su andar». Existen una poética y una ética del camino que no son invento de Lima, por supuesto, pero a las que el salteño era especialmente afecto. ¿A qué me refiero? Una ética, porque hay toda una tradición popular al respecto de que el que camina sabe, conoce, recorre, es baqueano, no como el que se queda en el ...
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