Las lluvias se han tomado poco descanso. En las últimas semanas las nubes de tormenta se han ido combinando con esporádicos rayos de sol, y así, desde el 28 de marzo los 19 departamentos registraron un nivel de precipitaciones que normalmente correspondería a casi un trimestre. Sus efectos se traducen en un alto número de desplazados por las inundaciones, techos que se volaron, caminos que desaparecieron y rutas partidas en pedazos. Pero el mal tiempo empieza a acarrear otras consecuencias, como la pérdida de fuentes laborales, el aumento del precio de las verduras y los daños en la agricultura extensiva.
El exceso de agua afectó las plantaciones de granja, y las repercusiones ya se hacen sentir sobre el consumidor. La ley de la oferta y la demanda opera como un dispositivo automático en el mercado uruguayo, y ante la escasez de un producto, los precios se duplican o triplican, y en algunos casos llegan a ser cinco veces mayores. La acelga duplicó su precio, pero lo que pasa con la lechuga hasta puede disparar una sonrisa incrédula: hace dos semanas en el Mercado Modelo se pagaban 100 pesos por una docena de ellas, y ahora la misma cantidad cuesta 500 pesos.
Quien desde la ciudad decide salir a la pesca de verduras va a toparse con un aumento considerable en todas las hortalizas de hoja. La suba del precio de estos productos fue tan veloz como el viento que voló los invernáculos, y los nuevos precios ya se instalaron en el mercado interno. Para el ingeniero Pablo Pacheco, coordinador del área de desarrollo comercial del Mercado Modelo, “nuestro mercado es muy sensible y cualquier reducción en la oferta o perjuicio en la calidad genera un incremento en los precios al consumidor”.
No es novedosa esta suba en las hortalizas de hoja. Los temporales de diciembre de 2015 lograron que el precio de la lechuga compitiera con el del asado. “Como viene el tiempo, no es seguro decir nada, estamos con condiciones climáticas que son extremadamente impredecibles”, anticipa Pacheco. Al menos dos veces al año se están registrando grandes daños en los cultivos. El ingeniero pone el ejemplo de Salto, donde en diciembre el 40 por ciento de la superficie de invernáculos fueron dañadas por los vientos.
Las hortalizas de hoja sufren los golpes del clima de manera directa, son plantas débiles si se las compara con los árboles frutales o con los tubérculos. Pero este defecto es también su virtud: son verduras de ciclos cortos, y en poco más de un mes ya estarán listas para consumir. “Depende del ciclo de cada una, pero en unos 45 días ya los precios van a estar estables. La remolacha puede ser que demore más, que llegue a los dos meses”, detalla Pacheco, a modo de guía para los cultores de los vegetales.
Los cultivos que sufren más daño son los que están a campo abierto, así que además de todas las verduras de hoja, todo lo que crece enterrado sufrió el exceso hídrico. Hay plantaciones de papas, boniatos y zanahorias que se ven comprometidas. Pacheco explicó que por ahora no hay riesgo de grandes subas en estas verduras porque gran parte de las papas que estamos consumiendo se cosechó en marzo, y resta esperar lo que pasará con el desarrollo de boniatos y zanahorias.
Las frutas casi no fueron dañadas, por eso su precio se mostró incambiado. Pacheco dijo que la cosecha de manzanas ya está casi terminada, y que los cítricos no presentan grandes riesgos de suba. El presidente de la Confederación Granjera, Eric Rolando, opina lo mismo: “los cítricos están bajando, no va a haber problema”. Las cosechas de manzanas y peras se ven afectadas desde hace meses también por causa del clima. Rolando dijo que en esta zafra se cosechó sólo el 10 por ciento de lo habitual en el caso de la pera, y el 50 por ciento de la manzana. La falta de frío durante el invierno pasado y la sequía hicieron que no se alcanzara el desarrollo suficiente.
VIENTOS NUEVOS. Los eventos climáticos extremos generan un efecto cíclico, y los consumidores pagan los desastres que el viento o el agua hacen. Pero muchas veces los grandes aumentos de precios no se dan por problemas climáticos, sino por el propio desarrollo de las zafras y los períodos de cosecha de cada producto. Los mecanismos de importación para compensar la falta de oferta siempre están listos, sobre todo para los productos de más calidad. El presidente de la Confederación Granjera afirma que no se mira la totalidad del problema, que se genera alarma por la suba de hortalizas que no afectan el índice de precios al consumo.
Los consumidores pagan un aumento en el precio sin tener claro por qué, pero de todos modos estas subas no le alcanzan al productor ni para afrontar los gastos iniciales. La Confederación Granjera está pensando estrategias para poder afrontar las pérdidas, porque cada vez son más los productores que dejan el sector y los seguros que se ofrecen no llegan a todo el país, o bien no son viables.
Parece que ya no hay resguardo tecnológico que proteja de los efectos climáticos extremos: los granjeros invierten en riego y en invernáculos, también en seguros y en ingenieros que asesoran, pero un gran temporal se come en unos minutos toda su producción. En el año 2002 el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (Mgap) creó el Fondo de Fomento de la Granja, un mecanismo que permitió la cancelación o amortización de las deudas que los productores granjeros mantenían con el Banco de la República, el Banco de Previsión Social y con el Banco Hipotecario. Desde distintas gremiales se reclama ahora al gobierno para que reglamente nuevamente ese fondo.
PODER MULTIPLICADOR. Marzo y abril son los meses de cosecha del arroz y de la soja, dos de los cultivos que en pleno siglo XXI vienen a reafirmar el modelo agroexportador de Uruguay. Los grandes problemas por los que está pasando la agricultura extensiva no afectan al mercado interno, porque cerca del 90 por ciento de esta producción hace fila en el puerto para salir al exterior. No hay aún proyecciones claras sobre cuántas toneladas menos se van a producir, por eso tampoco se puede saber de qué manera estas lluvias, que tienen a centenares de hectáreas de arroz bajo agua y dejaron ya varias toneladas de soja podrida, afectarán al producto bruto interno.
La bonanza en el sector agrícola se acabó hace dos años, cuando la producción de commodities aumentó a nivel mundial y los precios bajaron. El crecimiento de más de diez años consecutivos que vivió Uruguay dependió siempre de los mercados donde se colocaban los productos, y más allá de las discusiones sobre el valor agregado que puede tener el grano de soja que se exporta, el sector agrícola sigue siendo el dinamizador de la economía.
Para el ingeniero agrónomo Felipe López, vicepresidente de la Asociación Rural de Soriano, el agro tiene poder porque puede multiplicar lo que genera en el resto de la sociedad: “la cuenta es fácil, por cada peso que el agro gana la sociedad gana seis o siete, no hay rubro en nuestro país que tenga ese efecto”.
Por el momento se puede decir que al menos el 10 por ciento del área de soja se perdió, pero este porcentaje va a seguir aumentando. Hay campos en los que aún no se puede ingresar a cosechar: la maquinaria se queda enterrada, la humedad de los granos es tan grande que casi triplica la permitida para su exportación, las enfermedades sanitarias florecen y literalmente los granos de soja se pudren, se caen al suelo o terminan por germinar en la propia planta. “Los productores pudieron cosechar sólo en tres días de marzo, ahora se reinició la semana pasada, pero ya este lunes y martes no se pudo seguir”, cuenta López.
Los daños en la producción de arroz son mayores aún que en la soja. Hay un atraso de más de un mes en su cosecha. Artigas y Salto son los departamentos donde la situación está mejor, pero en Rocha las inundaciones afectan a casi 10 mil hectáreas, el ganado come a las orillas de las rutas y se resguarda en pequeñas islas que se formaron en las zonas más altas.
Si bien el arroz es un cultivo extensivo en uso de terreno, es intensivo en cuanto a la mano de obra que emplea, tanto que en este aspecto se iguala con la lechería. El presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz, el ingeniero agrónomo Ernesto Stirling, explicó que “el sector emplea un trabajador directo por cada 50 hectáreas, más todo lo que es la industria, y está el transporte también”.
No hay cálculos claros sobre las pérdidas, pero de las 163 mil hectáreas sembradas con arroz en todo el país hay 22 mil hectáreas comprometidas. No se sabe cuál será el rendimiento ni la calidad de los granos que actualmente están bajo agua, ni siquiera si se podrán cosechar. Stirling agrega que a todo esto ahora hay que sumarle el costo del secado de los granos (dado que se cosechan con mayor humedad de la permitida), las esperas de ese proceso y el último conflicto de Riogas, que dejó dos días a las plantas de acopio sin el gas necesario para trabajar.
LO QUE EL AGUA NOS DEJÓ. Las lluvias son grandes generadoras de erosión, y el ingreso en campos con pisos húmedos es el factor que más daño causa en las capas del suelo. Más allá de los efectos que se pueden ver ahora en la producción, la calidad de los suelos se verá afectada. “Pero frente a esta situación el mensaje es que hay que levantar las cosechas tratando de extremar los cuidados al ingresar en los campos, no se puede pensar en no cosechar”, afirma Mariana Hill, directora de Recursos Naturales Renovables del Mgap.
Hace ya varios años que el Ministerio de Ganadería pretende elaborar y gestionar estrategias para que se empiece a adaptar los métodos de producción al cambio climático. Hill explica que los planes de uso y manejo de suelos tienen una importancia clave, porque más allá de la rotación de los cultivos, también se exige que las siembras se hagan con técnicas que generan menos erosión. Los mecanismos de embalses artificiales son otro de los elementos que se utilizan para mitigar los eventos extremos del clima, no sólo acopian agua para poder ser usada en tiempos de sequías, sino que también se pueden aprovechar para canalizar las inundaciones.
Los departamentos de Treinta y Tres y Rocha sufren los mayores daños por las lluvias y desbordes de ríos, por eso desde el Mgap se decretó la emergencia agropecuaria para esas zonas. Esta decisión se toma con base en parámetros objetivos en relación con la cantidad de agua en el suelo. Pero estas medidas no son suficientes para los productores. Fernando Dighiero, presidente de la Federación Rural del Uruguay (Fru), afirma que “es imposible medir los daños en este momento, es muy difícil hacer una evaluación cuando aún hay gente aislada en los campos, la situación no es puntual, está en todo el país”.
El dirigente de la Fru opina que “está bien lo de Treinta y Tres y Rocha, pero no me parece justo, la emergencia tendría que estar decretada para todo el país”. Además, Dighiero explica que la entrega de alimentación para el ganado por parte del Mgap, en el marco de las medidas por el decreto de emergencia agropecuaria, no está siendo eficiente: “el ganado está aislado, el agua impide que la ración llegue”.
SIN SENDEROS. Los caminos cortados y las rutas dañadas son ahora el gran problema: “Esto es todo una cadena, el productor tiene ganado para sacar, no embarca porque el camión no puede ingresar al campo; entonces, no vende, no cobra”, reflexiona Dighiero. Estas fuertes lluvias no afectan sólo a la granja y a la agricultura extensiva, el barro genera enfermedades en las vacas lecheras y frena la cantidad de ventas de ganado a frigoríficos. Según información que maneja la Asociación de Consignatarios de Ganado, en esta misma época del año 2015 las faenas de bovinos superaban los 50 mil animales, y hoy están en 29.393 cabezas.
Para el transporte de carga esta es una época de zafra sin zafra: “es tradicional, primero el arroz y después la soja, es un momento donde se usan más camiones que en el resto del año”, cuenta Humberto Perrone, gerente de la Intergremial de Transporte Profesional de Carga Terrestre del Uruguay. El estado de la caminería rural es tan malo que desde el gobierno se autorizó a realizar cargas en las rutas. Los camiones tienen que hacer muchísimos quilómetros para llegar a un destino que en condiciones normales, por ejemplo, serían poco más de diez, y cuando están cargados salen de los campos tirados por tractores. “Las complicaciones están en la soja, pero también en la lechería. Cambió toda la logística, en zonas de San José donde se hacían 17 quilómetros para entrar, ahora hay que hacer 190”, pone como ejemplo Perrone.