Esto no es una fábrica de faso», dice el anfitrión, en medio de un aire denso e impregnado de un olor dulzón que pesa en los ojos y seca la boca. La humedad de la casa ayuda: a pesar de los arreglos, en las paredes se adivina el paso del tiempo y el abandono vivido durante años antes de la llegada del club de membresía, a principios de este año. Las plantas están en un patio interno, alto y coronado por una claraboya. Además de los pocos rayos de sol que entran –puesto que la claraboya solía estar tapada por una membrana–, tienen luces de sodio de 400 watts para la vegetación. Una vez listas, pasarán a un cuarto –también amplio y alto–, donde serán expuestas a luces de 600 watts para que florezcan. Más allá de la zona de las plantas, un pasillo largo lleva a una sala de estar amplísima, e...
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