Ascenso marca el cartel. La gruta de Salamanca se encuentra ahí arriba, en la sierra de Sosa, al noreste de Maldonado y casi en la frontera con Lavalleja y Rocha. Un parador antecede el principio del camino de piedras –cada tanto alterado por escalones de madera–, cuyo cielo es una galería de guayabos, coronillas, enviras, helechos, arueras, canelones y palmeras. Apenas pasan los rayos del sol vespertino. El frescor natural eriza la piel de los paseantes, que driblean sobre el piso escarpado y húmedo, en medio de un silencio alterado por las voces de otros aventureros perdidas en el monte y por la frondosa trama de las ramas que mece la brisa invernal.
En el punto de partida hay carteles que exhortan a cerrar la boca y a no tirar basura. Nada de guías que cuenten la famosa leyenda del ...
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