Comandante Facundo
Pepe era un niño sano, y tanto en su casa como en el barrio se lo consideraba inteligente y perspicaz. Pero aún no tenía edad para advertir que la entereza mostrada por su madre viuda, y hasta quizás su severidad y su trato riguroso, a veces violento, con él y también con su hermana, escondían el gran dolor de la vida de Lucy Cordano: el fracaso de sus sueños juveniles, proyectados junto al hombre del que se enamoró. Una paliza de vez en cuando a un hijo que “no cuida” los juguetes –Pepe se había empecinado en regalar algunos de los suyos a amigos más pobres– era parte de una violencia naturalizada por la cultura nacional.
Lucy, a su manera, buscaba lo mejor para sus hijos, y en Pepe depositaba ciertas esperanzas que, primero por ser hombre en un mundo gobernado po...
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