Isabel nunca hubiera permitido que unos extraños obligaran a su hija Sabina a bañarse con agua helada, echándole encima chorros violentos, gritos e insultos, llamándola “Cuy, chancho, perra”. Ella, que solía calentar el agua sobre el fuego, enjabonarla suavemente y peinarle el negro pelo largo hasta hacerlo brillar. Pero Isabel ese día, el 25 de agosto de 1996, se había ido al entierro de unos tíos, muertos por un accidente en la carretera, y no tenía idea de lo que le estaban haciendo a su hija.
Sabina Huilca Cóndor, de 26 años, estaba en el último mes de su tercer embarazo y cuando llegara el momento contaría con el auxilio de su madre y su hermana Nelly, como siempre había sido. En esa época, en la pequeña comunidad de Huayllacocha, encajada en las montañas de los alrededores de Cusc...
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