La conocí en la Escuela Nacional de Bellas Artes a principios de 1965, cuando Miguel Ángel Pareja orientaba desde su dirección el nuevo plan de estudios. Por entonces Luis Camnitzer había partido a Nueva York; Mario Sagradini frecuentaba las aulas ocupado en asuntos aparentemente irrelevantes de los que extraía juicios inteligentes e implacables; Battegazzore, Errandonea, Chá y el Gato (con sus lentes oscuros incorporados para siempre) deambulaban por los talleres de la vieja casona de Martí.
Cuando tres años después Nelbia Romero ingresa al Club de Grabado, el treintaitresino Julio da Rosa publicaba Civilización y terrofobia, avalando la idea de un Uruguay rural definitivamente divorciado de la modernidad urbana. Más de una vez he pensado en las implicancias que tuvo en la vida y en la...
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