Un montoncito de cartones doblados al medio, algo más largos que la palma de una mano. A ojo, doce por seis. Un canuto. Un calendario, dos meses por cara, cuatro en el total de la tarjeta. Queda paradito incluso, como almanaque de oficina. Ahí estaba, como almanaque de celda, paradito, registrándolo todo. El segundo canuto fue un hueco en unos zuecos de elaboración propia. Un pedazo chato de madera con una banda de tela para aguantar el pie, que escondieron su embarazo de papel para proteger el registro cotidiano de una reclusión extensísima. Trece años. 4.646 días en el Penal de Libertad.
“El diseño es del Maca”,1 dice entrando en la habitación, mate humeante en mano, para sentarse junto a la ventana. “Y todo esto fue idea de Charlo”. Nos metemos en la cosa sin preámbulos. Lo que dice ...
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