Cuando una represa llega a una zona, el agua que retiene inunda y arrastra todo. Casas y vidas. Pero no es sólo el agua que arrasa. La pobreza también. Se agudiza a la par de los conflictos y la violencia. La usina de Jirau, instalada en el río Madeira, a 120 quilómetros de Porto Velho, la capital del estado brasileño de Rondonia, no fue ninguna excepción. La tercera mayor hidroeléctrica del país cambió radicalmente la vida de mucha gente. Como la de Nilce Magalhães de Souza, o “Nicinha” como le decían, que tuvo que abandonar su casa en Abunã para ir a vivir en una isla junto a otros pescadores en busca de supervivencia. En esa isla no había ni agua potable, ni energía eléctrica. Vaya ironía.
“Esta isla es el único lugar que tenemos para vivir. Estamos lejos de todo el mundo, de nuestro...
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