Liderar la indignación - Brecha digital
plataforma contra la corrupción

Liderar la indignación

Hace casi dos siglos, en 1837, Hans Christian Andersen publicó una fábula titulada El nuevo traje del emperador. Cuenta la historia de un monarca que se preocupaba mucho por su vestuario, que un día oyó que un par de artesanos podían fabricarle un atuendo de la tela más suave que pudiera imaginar. Lo confeccionaban, además, con la sugestiva propiedad de que era invisible para los tontos o incapaces. Una vez que le anunciaron que estaba terminado (y sin querer admitir que no veía traje alguno), el rey se puso el inexistente atuendo para participar en un desfile y se paseó delante de todos en ropa interior hasta que un chico exclamó: «¡Pero si el rey está desnudo!».

El cúmulo de casos de corrupción al más alto nivel, que incluye la presidencia de la república, va más allá de los tribunales de Justicia. Interpelan política y éticamente a todo el aparato gubernamental y a una forma de ejercer el gobierno.
En materia de ideas, todo es debatible, es la democracia, pero con esta modalidad que ha instalado el herrerismo astesiánico es diferente. Hay previos ineludibles.

Es razonable defender la institucionalidad y afirmar que el Frente Amplio llegará por el voto al gobierno. Nada impide, a la vez, decir esto en voz alta: habría méritos para iniciar un juicio político al presidente. Se puede promover o no. El rey está desnudo.
Las comparaciones con la crisis de 2002 no son de recibo. Jorge Batlle, luego del desastre de su gobierno, optó por elegir a un dialoguista, Alejandro Atchugarry, como gestor de la crisis. Tendió puentes. Diálogo, sensatez y flexibilidad. Nada parecido al gobierno actual. Muerden y atacan sin piedad. Apuestan todo a que la coalición antifrenteamplista perdure contra viento y marea. La causa de todo son los periodistas y la oposición.

Indignación que todavía no es clamor

Los hechos conocidos crean indignación. Parte importante de la ciudadanía y una creciente cantidad de comunicadores e investigadores así lo manifiestan.
El trámite de pasaporte a Sebastián Marset y toda la trama que lo hizo posible, con mentiras de Luis Alberto Heber, Guillermo Maciel, Francisco Bustillo y Carolina Ache, esto da una percepción de la penetración del narcotráfico en el sistema político y el aparato del Estado.

El procesamiento de Astesiano y la desarticulación de una banda criminal que no solo actuaba en la Torre Ejecutiva, sino que respondía verticalmente al mando superior, no solo vendiendo pasaportes, sino con múltiples acciones de espionaje y «arreglos» que llevaron a que fuera relevada toda la cúpula policial.

Los casos escandalosos de nepotismo en el feudo familiar de los Caram en Artigas. El colmo: el presidente va al carnaval de Artigas y dice que eventualmente serán castigados. Un desparpajo.
Hace tiempo escuchamos otros audios escandalosos: los del intendente Carlos Moreira y sus canjes de puestos por favores sexuales. Se fue del Partido Nacional, volvió, y acá nada pasó.

El sonado caso del diputado colorado Germán Cardoso, que no solo duplicó su patrimonio e hizo compras directas, sino que era socio de su suplente Francisco Sanabria, máxima autoridad colorada en Maldonado, que terminó procesado por ilícitos en el caso del Cambio Nelson.

Las faltas de sujetos obligados, como el ubicuo senador Juan Sartori y el esposo de Carolina Ache, en las declaraciones a la Junta de Transparencia y Ética Pública (JUTEP) y la vergonzosa abdicación de este órgano a actuar debidamente.
Los oscuros manejos en la venta del puerto a la multinacional de Katoen Natie, donde se presumen, incluso, iniciativas mafiosas para intimidar a los senadores denunciantes de la maniobra.

El coronel Enrique Montagno, representante de Cabildo Abierto en el directorio de la Administración de los Servicios de Salud del Estado, tenía montado un engranaje por el que colocó como funcionarios a 135 correligionarios suyos.
Las trancas para sancionar una ley de financiación de los partidos políticos, la ineficacia total de la JUTEP, la inacción de la Corte Electoral para sancionar vicios en las campañas y la casi certidumbre de un entramado que tiene redes y representantes en el poder expresan una grave crisis institucional que es imposible ocultar.

El sambenito elusivo del que abusa Luis Lacalle Pou («Será la Justicia quien resuelva») está gastado. El contraataque buscando fallas éticas de la oposición para empardar no borran lo que realmente ocurre. Lo que está mal está mal, sean quienes sean los actores.
Una expresión poco académica: «Al que le toca, le toca». No se puede tener doble rasero. La corrupción es un fenómeno que atraviesa a toda la sociedad: partidos, organizaciones sociales, deporte, empresarios. La garantía de credibilidad y transparencia es que «todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes».

Trascender la queja

Resulta llamativo, frente a tanta evidencia y escándalo, que las encuestas sigan dando números que no dan cuenta de este descaecimiento institucional, lo cual preocupa más. Una inteligente y encantadora amiga me decía, lúcidamente, que la indignación debe ser liderada por una fuerza política o social cuyos dirigentes expresen algo más que críticas lícitas, razonables pero quejosas. Seguimos en el registro de la queja.

«Lo primero que salta a la vista es que el contenido del enunciado de la queja funciona como un objeto frustrante: el tema revela una carencia, una falta, o, dicho en otros términos, por allí circula un anhelo, un deseo que no es correspondido. Lo que aparece, entonces, es una actitud de espera, reflejando una cierta pasividad. Se espera que un tercero accione ante una demanda.» Lo escribió el profesor Joaquín Rodríguez Nebot hace tiempo. Es útil releerlo.

Plataforma contra la corrupción

Esperar como Job, personaje bíblico ejemplo de paciencia, la instancia electoral de 2024 no parece una perspectiva plausible. Liderar la indignación implica trascender la queja sin complejos. Tomar iniciativas de acción con sentido de urgencia y proyección programática es un desafío.

El Frente Amplio puede y debe liderar la indignación. Pero, además, en el marco de los diálogos de El Frente Amplio Te Escucha, ¿por qué no crear una plataforma que vaya más allá de las fronteras frenteamplistas y reúna a expertos y personalidades que diseñen medidas a tomar para frenar esto que se parece a una pandemia? Una plataforma de políticas públicas anticorrupción destinada a convocar a ciudadanos y ciudadanas que, sin divisa partidaria, se sientan conmovidos por erradicar la corrupción e ir delineando ya compromisos.

Reforzar, legislar, cambiar y priorizar en la agenda pública (futuro gobierno y acciones ya) las herramientas anticorrupción. Caiga quien caiga, cueste lo que cueste. Es urgente la necesidad de aplicar lo que nos obliga, incluso los compromisos asumidos en virtud que Uruguay firmó y reglamentó por ley: la Convención Interamericana contra la Corrupción (1998) y la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción (2006).

También existe ya una Alianza País Pobreza Infantil Cero que debería potenciarse. Liderar la indignación en este tema implica también una convocatoria programática amplia con líneas de acciones inmediatas y compromisos a futuro.
Hay experiencia acumulada

Hay actores y equipos que demostraron solvencia, probidad y experticia. Hoy hacen docencia sobre este tema, pero no siempre son escuchados. Referentes, ellos sí, para conformar una plataforma de diseño y acciones anticorrupción. Es ahora. El contador Ricardo Gil (exdirector de la Secretaría Nacional para la Lucha contra el Lavado de Activos y el Financiamiento del Terrorismo y expresidente de la JUTEP) es un ejemplo. Hay otros con probidad y compromiso, y no son, ni tienen por qué ser, frenteamplistas. Resulta relevante mencionar al doctor Jorge Díaz, que ha sido contundente en la prioridad que tiene este tema en el marco de definir una política criminal como política pública.

El proceso fundacional con los juzgados y fiscalías especializadas en crimen organizado, con los roles relevantes de la doctora Graciela Gatti, los fiscales Mónica Ferrero y Ricardo Perciballe, el comisario general Julio Guarteche y su equipo, fue un momento en el que los astros se alinearon y coincidieron policías, políticos, jueces y fiscales, entre otros, que dieron lo suyo. De esa experiencia deberían recogerse insumos para colocar en la agenda de las políticas públicas la lucha contra la corrupción.

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