Las cartas que no llegaron - Brecha digital

Las cartas que no llegaron

En la pieza teatral “1975”, la memoria se hace presente como un acto de resistencia ante el olvido y como expresión de una necesidad: la de construir un relato para procesar, de algún modo mediante la palabra, la desaparición de un familiar durante la dictadura.

1975

La memoria como un cúmulo de imágenes, por momentos nítidas y por otros difusas, estructura el monólogo escrito y dirigido por Sandra Massera (Hotel Blanco, La mujer copiada), texto elegido para formar parte del espectáculo Idéntico, 10 años de Teatro por la Identidad (Abuelas de Plaza de Mayo, Buenos Aires). La memoria se hace presente como un acto de resistencia ante el olvido y como expresión de una necesidad: la de construir un relato para procesar, de algún modo mediante la palabra, la desaparición de un familiar durante la dictadura.

Lo contundente de esta pieza es que parte de una sencillez que punza. Es un espectáculo íntimo para una sola actriz, un monólogo que presenta a Teresa (interpretada con sensibilidad por Laura Almirón), una joven que regresa a su casa familiar con el fin de vaciarla para concretar su venta, y allí se reencuentra con las páginas de un cuaderno íntimo que reúne escritos y cartas. En su lectura Teresa trae al hoy aquellos recuerdos de su infancia, adolescencia y juventud, y en esa pausada cronología de sucesos aflora entre el dolor y la esperanza la presencia y ausencia de la figura de su hermano Alberto. 1975 es un título tan simbólico como real; es la fecha que marca el inicio de la aparición de cuerpos NN en las costas uruguayas, las primeras desapariciones forzadas por razones políticas, en el “año de la orientalidad”. Un hombre sin rostro en la costa de Canelones es una terrible imagen recurrente, entre onírica y real, un recuerdo doloroso que se impregna y regresa insistentemente en el relato del personaje para evitar de todas las formas cualquier resquicio de olvido.

Es un gran logro actoral de Laura Almirón pasar por diferentes estados emocionales y momentos vitales con una fluidez natural, sin recurrir a lugares comunes ni a estados forzados. El recurso del intercambio epistolar “supuesto” con un hermano militante del cual desconoce el paradero y no recibirá ningún tipo de respuesta, mantiene desde la ingenuidad de este personaje la esperanza y el deseo del posible reencuentro. Es el tiempo el que, mientras transcurre, irá dejando sus dolorosas marcas de realidad. Este devenir muy bien trabajado desde el texto es reforzado en la puesta a través de cambios sutiles de vestuario, la contextualización musical y el uso de los diferentes espacios de la casona de la sala Telón Rojo. Mientras los diferentes climas de la mirada infantil, juvenil y adulta son acompañados por un destacado trabajo de iluminación de Álvaro Domínguez, que transforma e interviene de manera expresionista el espacio.

La obra recibió la mención de la convocatoria Solos en el escenario III del Centro Cultural de España (2010) y el apoyo del Programa de Fortalecimiento de las artes de la IM, a través del cual realizará una gira por los barrios, con entrada gratuita, adaptándose a diversos espacios. Con 1975 Sandra Massera continúa su línea de trabajo sobre nuestro pasado reciente sobre el que había trabajado en su anterior puesta No digas nada, nena (2008).

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