La madrugada del 23 de junio de 2002 el avión Boeing 747 de Air France sobrevolaba a 10 quilómetros de altura el océano Atlántico. Quien escribe estas líneas viajaba a visitar, como periodista de Brecha invitado, la Documenta de Kassel, que es, o era entonces, junto con la Bienal de Venecia, el más importante y aparatoso evento de arte contemporáneo internacional. La noche, despejada, era de luna llena, cuyos vastos reflejos en la superficie del mar hacían que las islas debajo parecieran piedritas negras o cabezas de sapos en un estanque. Yo volaba con la nariz pegada a la estrecha ventanilla del avión. De pronto, apareció una nube extraordinaria, un cumulonimbus solitario como una gigantesca montaña blanca, globulosa, suspendida verticalmente a una altura inaudita, como esos peñascos vol...
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