—¿Aló?
—Hola.
—¡Ah!, qué bueno, creo que se arregló. ¿Me escuchás?
—Sí, te oigo.
—¿Pero me escuchás a mí?
—Yo sí. ¿Vos me oís?
Lo primero que no quiero hacer es preguntar las mismas cosas de siempre. No es que prefiera preguntar cualquier cosa que tenga que ver con el reparto del gas, pero de verdad que no quiero pasar por Mateo solo bien se lame, David Byrne, la música experimental y la historia de tus hermanas.
Voy a empezar por la tele. De eso no te pregunté nada en la entrevista. Lo que supe fue que al principio te divertía, pero cuando te diste cuenta de que la fama de la televisión te iba atrapar, te fugaste como por un túnel, rápido y directo a las canciones. Tenías un papá cantante de tango y una mamá modelo rubia. No hay nada raro en eso. Tuviste que salir corriendo cuando eras una niña, pero no eras Jodie Foster en El silencio de los inocentes. Al primer disco le pusiste Rara, como vos, lo menos raro fue que Gustavo Santaolalla fuera el productor. Los productores que vinieron después no me fijé, no lo sé. No importa cuántos sean o qué músicos llames, nadie puede hacer el trabajo por vos. Lo primero es encontrar una voz, eso lo sabés bien, capaz lo escuchaste salir de la boca de Leonard Cohen.
Hay una canción en tu disco nuevo, “Sin dones”, que quiere hablar de eso de poder cantar, no importa si no podés hacer bailar, importa que puedas cantar. Tampoco es tan importante afinar, si tu voz la usás con tanta mesura, y las máquinas que usás funcionan tan bien con vos y tu voz, “si además de no bailar cuando cantabas no afinabas”. Dejaste a los críticos atrás, y ellos ahora van atrás de vos. No hacen mucho, sólo criticar. Las olas de las buenas críticas se pueden surfear el tiempo que dura la ola. En Buenos Aires no había de ésas, en otras partes sí.
Algo pasó entre el segundo y el tercer disco. No sé la fecha exacta, pero empezaron a llegar noticias de algunas partes no tan remotas del mundo que te querían mucho. Domino, un sello supercool, se puede decir eso cuando es así, te quería con ellos. Las noticias, si las pasaran en el cine, como cuando decían “El mundo al instante”, hubieran dicho que estabas de gira con el psycho killer de David Byrne. Acá aparecen algunas preguntas que no te hice:
¿Canta las canciones viejas de los Talking Heads? ¿Puede prender fuego la casa en vivo con las canciones que escuchabas en un walkman cuando tenías la edad de tu hija?
¿Estuviste de gira con los Belle and Sebastian?
No es una pregunta, pero me acuerdo de la vez que me contaste que habías estado de gira con Adem, unos desconocidos, poco famosos. El primer disco de ellos, Homesongs, tenía una linda canción, “Long Drive Home”, que reconociste una vez en La Ronda, cuando no soplaba viento en la calle Ciudadela. Lo de “canciones caseras” te suena conocido, te resulta familiar por todas las veces que te fuiste a dormir y te despertaste pensando en una canción. Puede llevar años terminar un disco, para vos, le contabas eso a un explorador de tu vida en una radio famosa de Seattle, le explicabas todo el tiempo que trabajabas en ellas hasta que el buen amigo Deadline se presenta.
Le digo a Juana antes de empezar que son preguntas que se hacen mejor en la mañana, pero que igual se pueden contestar en la tarde, aunque sean las vacaciones de julio.
—¿Cuál fue el mejor sueño que te cortó el despertador?
—No me acuerdo.
En “Cálculos y oráculos” hablás de soñar, “soñé que yo, soñé que vos, soñé que hablábamos”. Pero cuando hice la entrevista no había escuchado tantas veces el disco, no me conocía todas las letras. Esta canción que arrancó con eso de los sueños, es como meterse en un bosque. Los nombres de los que te acompañan en el disco los voy a buscar ahora. Odin y
John tienen una cantidad de instrumentos entre manos. Hablan de la química, parece que la tienen. Habla de un bosque, la canción, parece que estuvieron metidos ahí dentro. Hay una cantidad de sonidos electrónicos que no me puedo imaginar de donde salen, pero son guitarras, bajos, teclados, sintetizadores, loops.
—¿Cuál fue la peor pesadilla?
—La peor pesadilla que tuve, que me dejó unas secuelas nefastas por más de cuatro meses, fue que me mataban. Que yo me moría y sabía lo que era la muerte.
—¿Cuál es la primera señal por la que sabés que estás despierta?
—Miro la almohada. Un encuentro cercano con la almohada.
—¿Qué no puede faltar cuando te levantás?
—Las ganas de levantarme.
—¿La peor secuencia de eventos posibles al despertar?
—Si me tengo que levantar, lo peor que me puede pasar es que la cama esté en la temperatura justa, toda perfecta, que no te podés mover de la felicidad que estás viviendo en ese momento.
—¿Qué es lo que más te gustaría ver al abrir los ojos?
—Que no sea muy tarde.
—¿Cada cuánto lográs eso?
—Para mí siempre me levanto un poquito demasiado tarde.
—¿Muy cerca del mediodía?
—Once y media, capaz.
—Hay una de Rufus Wainwright que se llama “11.11”.
—Es la hora que me persigue, que veo muy a menudo, las 11.11, y las 22.22.
—¿Lo último que quisieras ver al abrir los ojos?
—Un señor que no conozco.
“Paraguaya” es la primera canción. “Quemarás la ruda, prepararás la poción”, es el comienzo de todo. Se escuchan los primeros sonidos que te abren las puertas de la percepción. Estás embrujada, tenés el don de la poesía, pero no lo usás todas las veces. Tus versos no obedecen las reglas de la poesía de la otra Juana, pero tu nombre te ilumina para que lo puedas hacer. Si ella hubiera nacido donde tú, y vos donde ella, ahora tu cara estaría impresa en los billetes de mil de este país que conocés. Tenés unos cuantos amigos por acá, sabés dónde empieza Malvín y dónde termina Punta Gorda. Te llevó una buena cantidad de años pasar de Rara a Segundo. Después de ahí todo fue más fácil para el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto, y el séptimo, sólo hubo que mejorar el anterior. “Apareció una claridad inesperada.” Ahora, como dice la expresión, agarraste viento en la camiseta.
—¿Cuál es la mejor manera de despertar a alguien?
—Despacito.
—¿Si no lo lográs, cuál es tu segundo intento?
—Repetir.
—¿Repetir despacito?
—¡Ah!, el segundo intento para despertar a alguien. Nunca de una manera desagradable, porque trato de no hacerle a otro lo que no me gusta que me hagan a mí. Lo tomo del brazo y lo sacudo un poquito. A no ser que sea un señor desconocido que no quiero que esté ahí.
Hay una canción, la número siete del disco, “Los pies helados”, que repite “con mesura, con mesura”. Luego “intentábamos no tiritar desabrigados, que el fuego no se apagara”. Las letras de todo el disco es como si pudieran mudarse de una canción a otra. Como si la pista, los efectos en la voz, la letra de la canción se pudieran mudar de un lugar a otro manteniendo todo el resto como aparece en la canción. Me parece que eso puede pasar con esta nota. Están las partes que son de la entrevista, y están las otras en las que escribo una nota. Entre las dos tienen que haber armado un artículo para que quieran ir a escuchar y ver de qué se trata un poco todo esto. Las formas de conseguir que eso pase es repetir “Cosoco, Cosoco”, que tiene el punteo de una guitarra y unas percusiones con hechizo. Tiene que haber sonado ésta, la vez de Wilco. Podría ser el fin de nosotros dos.
—¿Tenés un radio despertador?
—Lo último que haría sería tener un radio despertador, te aclaro eso.
—Sos Bill Murray en El día de la marmota…
—Una de mis películas preferidas.
—¿Con qué canción te gustaría que te despertara?
—No se me estaría ocurriendo, no se me estaría presentando. ¿Qué canción podría ser? Estas preguntas que me agarran desprevenida…
—Cambiamos de tema, te vi con Wilco en Buenos Aires el año pasado. Estuvo increíble.
—Estuvo muy bien esa vez, tocamos muy bien. Modestia aparte.
—Estoy viendo una setlist con las canciones que tocaron los Rolling Stones el 16 de febrero de 2016. ¿Los fuiste a ver alguna vez?
—Yo con los Stones tengo un problema, es que no me gustan ni un poco.
—¿Qué titular te gustaría encontrar en los diarios?
—A partir de hoy, queda terminantemente prohibida la poda de árboles en todas las ciudades.
—Volviendo a la ciudad de Montevideo. Si digo vo, o ta…
—¿Tengo que adivinar de qué nacionalidad sos? El vo es fácil, te sale enseguida. El ta es más difícil. ¿Ta?
—Ta.