Pedagogía de la crueldad - Brecha digital
La Nicaragua de Daniel Ortega

Pedagogía de la crueldad

↑ Daniel Ortega y Rosario Murillo en la plaza de la Revolución, en Managua / Afp, Presidencia de Nicaragua

Las condiciones de reclusión que sufrió Dora María Téllez (comandante dos del sandinismo), la más emblemática prisionera de Ortega durante más de 600 días, recuerdan las que vivieron los rehenes de la dictadura uruguaya durante su largo cautiverio. En la celda que ocupaba en la cárcel El Chipote, la oscuridad era casi absoluta, apena un tenue resplandor «que no dejaba ver bien la mano»; ni siquiera les permitían saber la hora, según relató en su primera entrevista (El País, 10-II-23).


La historiadora Téllez no podía tener libros, papeles ni lápices. «Dormíamos sobre una colchoneta lisa, sin nada, en el suelo frío. No nos daban toallas, nos secábamos poniéndonos la ropa encima. Eran torturas psicológicas constantes», dijo en las afueras del hotel de Virginia donde fue alojada en Estados Unidos. Acabó perdiendo la voz porque apenas hablaba un minuto al día con los guardias, por lo que se dedicaba a «cantar bajito» para contrarrestar la pérdida.


Lo más sintomático, porque retrata el carácter de la dictadura Ortega-Murillo, es el trato a las mujeres. Durante tres meses no recibió ninguna visita, ni siquiera de su abogado, no había ninguna regularidad, por lo que considera que se trataba de «otra forma de tortura». Mientras los varones nunca estuvieron en régimen de aislamiento más de dos meses, las mujeres lo estuvieron durante todo el tiempo, entre ellas, su pareja, Ana Margarita Vijil, además de Tamara Dávila y Suyén Barahona. «Eso es el odio visceral hacia las mujeres de los Ortega-Murillo», explica Téllez.


PEDGOGÍA DE LA CRUELDAD


Téllez explica que el peor momento que vivieron durante el cautiverio fue la muerte de Hugo Torres (comandante uno), el primer prisionero fallecido en la prisión orteguista. Pese a tener 73 años y ser uno de los íconos de la revolución –que en 1974 arriesgó su vida para rescatar a un grupo de sandinistas de la dictadura de Anastasio Somoza, entre ellos, Daniel Ortega–, no recibió la atención que merecía por el cáncer que lo aquejaba. Todas las versiones aseguran que ingresó en buen estado de salud a El Chipote, pero su deterioro fue muy veloz y falleció en enero de 2022.


La antropóloga y feminista Rita Segato acuñó el concepto pedagogía de la crueldad para dar cuenta de todo aquello que cosifica la vida, las prácticas que «programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas».1 No consiste solo en matar, sino también «enseña a matar de una muerte desritualizada, de una muerte que deja residuos en el lugar del difunto».


La trata y la explotación sexual forman parte de esa crueldad, pero también las iniciativas extractivistas para producir commodities para el mercado global, emprendimiento que de modo habitual «es precedido por burdeles y el cuerpo-cosa de las mujeres que allí se ofrecen». Segato sostiene que en el mundo hay dos proyectos en pugna: el proyecto histórico de las cosas y el proyecto histórico de los vínculos.


Asegura que en Nicaragua –pero también en Palestina y en muchos otros sitios, dice la antropóloga– «patriarcado, colonialidad, pedagogía de la crueldad, cosificación de la vida y extractivismo de la naturaleza y de los cuerpos de las mujeres» se encadenan conformando «la ecuación perfecta del poder».


Intenta comprender, de ese modo, las razones por las que el régimen descerraja odio y sadismo contra las personas que lo cuestionan. Lo más notable, empero, es que ninguno de los 222 excarcelados fue quebrado en la prisión. «Sabía que tenía que aguantar, era mi manera de derrotar a Ortega cada día. Cada día que no me lesionaba mentalmente, cada día que no defecaba en la celda, que no me ahorcaba […] era un triunfo sobre Ortega», dijo Téllez en la citada entrevista.


PROBLEMAS INTERNOS


Durante muchos años, el discurso antimperialista de la dictadura Ortega-Murillo logró su objetivo: acallar las críticas desde la izquierda que, con escasas fisuras al principio, apoyó el régimen. Hasta las masivas protestas de 2018, que se saldaron con más de 300 manifestantes muertos, cientos de heridos y presos, y decenas de miles de exiliados.


Aquel era un discurso mentiroso. Prueba de ello es el reciente comunicado del Fondo Monetario Internacional del 27 de enero, en el que el organismo financiero felicita al régimen por sus políticas macroeconómicas, sus avances en materia de transparencia fiscal y elogia «la solidez de las reservas de capital y de liquidez del sector bancario», entre varias otras «celebraciones» al gobierno de Managua.


Por otro lado, Nicaragua está sólidamente integrada en las cadenas de valorización de co-mmodities como el oro (principal rubro exportador), pero también el camarón, cuyo principal destino es Estados Unidos y deja en el país enormes daños ambientales. Este sistema productivo deja, sobre todo, una sociedad arruinada, polarizada y empobrecida, que es controlada militarmente por la cúpula del poder, donde la vicepresidenta y esposa de Ortega, Rosario Murillo, esgrime su puño de hierro (adornado con anillos y brazaletes lujosos) para controlar a la población.


Pero incluso ese poder ultraconcentrado parece estar haciendo agua, a juzgar por las remociones en la cúpula policial y militar en las últimas semanas. A mediados de enero se informó que el general Adolfo Marenco Corea, exdirector de investigación e inteligencia de la Policía y exmiembro del círculo íntimo de Rosario Murillo, fue detenido y enviado a la cárcel de El Chipote (Confidencial, 16-I-23).


Marenco se encontraba bajo el sistema «casa por cárcel», que la dictadura utiliza para controlar a los opositores, pero al ser detenido fue acusado de intentar fugarse del país y haberse negado a trabajar para los Ortega-Murillo.


Es evidente que la pareja ha decidido atornillarse al poder y que no entra en sus cálculos asilarse. Su fortuna está en Nicaragua, amasada en buena medida por corrupción y despojo, y si lo abandonaran, perderían todo, según el análisis de personas que conocen de cerca al binomio. Eso puede explicar la excarcelación de los 222 para intentar recomponer un gobierno desgastado y con escaso apoyo interno.

  1. Contrapedagogías de la crueldad, Prometeo,
    Buenos Aires, 2018.

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