Murió Mohamed Abdelaziz, secretario general del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), reconocida por 84 países por su mérito de dar estructura social en los últimos 40 años a un pueblo perdido en un rincón del mundo que ha sido víctima del hambre, de enfermedades propias de la miseria y del analfabetismo.
Flaco alto, siempre sonriendo con dulzura, majestuoso en paciencia como feroz en los combates que libró en pleno desierto al frente de la guerrilla, Abdelaziz contribuyó a impedir durante las últimas cuatro décadas que la monarquía marroquí se apoderara del Sahara Occidental pasando por encima de las resoluciones de las Naciones Unidas, que hace década y media viene convocando infructuosamente referendos de autodeterminación entre esa población cercana a las 300 mil personas.
En las incursiones nocturnas, Abdelaziz y sus compañeros se hicieron duchos en volar por los médanos en viejos Toyota con los faros apagados, para evitar los bombardeos de la aviación del vecino colonialista, a su vez colonia europea desde siempre y hoy de Estados Unidos. Rabat ofrece hoy espacio para la Africom, o Séptima Flota, violando acuerdos de la Unión Africana, de la que también es miembro la RASD.
Abdelaziz nació en el seno del sufrimiento de un pueblo arrinconado desde hace un siglo, primero por España, entre 1884 y 1974. Fue ese año cuando, necesitada de ofrecer una nueva imagen en vísperas de la muerte tardía del Generalísimo, la dictadura franquista le pasó la posta saqueadora a Marruecos en una operación llamada Marcha Verde, por el color de los uniformes militares que se sucedían en doble vía (uno evacuaba y el otro entraba), con miles de reclutados civiles.
El objetivo de ambos gobiernos –el español y el marroquí– fue continuar en sociedad la explotación del segundo mayor yacimiento de fosfato del mundo y sus 1.500 quilómetros de costa atlántica, rica en pesca, explotada por compañías estadounidenses, japonesas y españolas, esperando descubrir petróleo y gas, tal como abunda en la Argelia vecina.
Hace medio siglo en las escuelas sudamericanas apenas se mencionaba en la clase de geografía algo del llamado Sahara español, sin la menor explicación de su carácter de pueblo colonizado, donde moría el 25 por ciento de los recién nacidos y otro 20 por ciento fallecía antes de los cinco años.
Un día de 1979 Abdelaziz desbordó de alegría y lágrimas ante la llegada de tres médicos uruguayos integrantes del Grupo Argel de exiliados, el primer equipo de salud en arribar a un territorio cuya población, de origen bereber y beduino, había sido brevemente atendida un poco antes por un cirujano argentino, al que le sucedieron durante un par de semanas dos enfermeras españolas, las primeras expresiones de solidaridad con ese pueblo carente de toda clínica. Hubo que esperar al año 1974 para que en algunos países europeos comenzara a sonar el nombre de Frente Polisario (del Sahara y Río de Oro), que con las armas en mano y a fuerza de enormes sacrificios logró organizar a miles de nómades forzados por la miseria, y que actualmente cuentan con escuelas y hospitales en vastos campamentos repartidos por los 266 mil quilómetros cuadrados del país.