Como su padre y su abuela inglesa, Jorge Luis Borges padeció una ceguera progresiva que empezó a manifestarse en 1938 y acabó por dejarlo definitivamente ciego a los 56 años. Esa pérdida coincidió con su nombramiento como director de la Biblioteca Nacional argentina, cuando la Revolución Libertadora de 1955. Estar rodeado de libros y no poder leerlos fue una paradoja que recordó en un poema justamente célebre, “Poema de los dones”, donde también recuerda al francoargentino Paul Groussac, otro escritor ciego que lo precedió en el cargo. Escribe Borges memorablemente:
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
Los versos siguen cometiendo hallazgos en el poema largo y conocido, y...
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