Las elecciones departamentales dan lugar a una variedad de interpretaciones. Algunos análisis ya apuntan a que el domingo pasado el Frente Amplio (FA) profundizó la tendencia a transformarse en un partido metropolitano. Este dato refuerza una interpretación de las elecciones de octubre de 2019 que estimo pertinente retomar, a los efectos de pensar la identidad política de la izquierda uruguaya: la idea de que, desde una perspectiva de las identidades políticas, el revés electoral del FA responde, al menos en parte, a su exceso de cosmopolitismo.1 Ese exceso choca con los componentes nacional y popular, como es particularmente visible en el «Interior profundo», cuyos sectores humildes se vuelcan a los candidatos y los partidos de derecha (sin necesariamente identificarse políticamente con esta).
El FA ganó solamente en Montevideo, el puerto capitalino; Canelones, su hinterland inmediato, y Salto, la más cosmopolita de las urbes del Interior, marcada por su impronta garibaldiana y su antagonismo con Paysandú, la capital blanca del Interior. El clivaje cosmopolita/nacional-popular tiende a coincidir con el clivaje capital/Interior o ciudad/campo, pero no necesariamente encajan en forma exacta (y dejar ese margen es parte del desafío).
Desde 1971 ha sido un reto para el FA matizar el internacionalismo de las tradiciones socialistas y comunistas (la idea metholiana de que la izquierda uruguaya desciende de los barcos). Si la armonización entre socialismo y populismo fue históricamente un problema de la izquierda latinoamericana, en el Uruguay excepcional, histórico enclave liberal en la región y con una sociedad tradicionalmente reluctante al populismo, la balanza tiende a inclinarse a favor del socialismo, unas veces más internacionalista, otras veces combinado en su cosmopolitismo con una socialdemocracia europeísta. La cuestión fue balanceada entre 2005 y 2015 con el tono nacional-popular aportado por José Mujica, que, sin duda, explica el alza de un techo histórico (sobre todo, en el Interior). Sin embargo, entre 2015 y 2019 la situación se desbalanceó nuevamente.
Hoy el FA necesariamente debe comenzar a procesar cómo va a incorporar este tema –junto con muchos otros– frente a un horizonte desafiante. Por un lado, dos claros liderazgos se proyectan y es interesante que cada uno de ellos corresponda a estas dos tradiciones: Carolina Cosse, vinculada a la izquierda más cosmopolita o internacionalista, y Yamandú Orsi, vinculado a la nacional-popular. Habrá que ver cómo se articulan en forma virtuosa. Por otro lado, en cuanto a la militancia, hay un discurso enojado de izquierda (resentido, en su extremo) que señala, acusa y adjetiva en términos infelices a esos sectores populares, sobre todo del Interior, que se han volcado a la derecha. En general, lo hace en clave sarmientina, asumiendo una visión cosmopolita civilizatoria, atribuyéndoles ignorancia, primitivismo, patriarcalismo, etcétera. Pasado el enojo del domingo, será tiempo de pensar formas más inteligentes de interpretar e interpelar a esos sectores populares.
1. «¿El pueblo dónde está?», Brecha, 3-XI-19.