«Tanto es el amor que no pinto.» La frase fue copiada a manera de epígrafe por Felisberto Hernández en un manuscrito de El caballo perdido. Se trata de una cita de Javiel Raúl Cabrera, más conocido como Cabrerita, pero Felisberto evitó el legendario diminutivo y atribuyó la misteriosa frase a un sobrio y respetuoso Cabrera.1 El borrador descubre un vínculo secreto entre esos dos grandes raros que fueron, hacia la mitad de los años cuarenta, nuestra verdadera y postergada vanguardia. Lejos de grupos y manifiestos, y mayormente solos. Si lo pensamos bien, lo extraño hubiese sido que no quedara una huella capaz de unirlos.
Uruguay no ha sido escaso en raros y la vigencia de esa categoría viva aún es un síntoma de su pertinencia a la hora de pensarnos. Esa prodigalidad tiene su contraparte...
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