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La animalización de todo

“Rinocerontes”

Rinocerontes

La Comedia Nacional presentó el primer estreno de su temporada, en el que apostó a un autor clásico del teatro del absurdo, Eugene Ionesco, en un montaje de gran despliegue escenográfico dirigido por Álvaro Ahunchain. Este texto escrito en 1959 significó una fuerte crítica al nazismo y al ascenso de cualquier tipo de totalitarismo, y cobró diversos significados en sus puestas. En Uruguay es recordado el montaje que Héctor Manuel Vidal dirigió durante la época de la dictadura, por las resonancias que cobraba en aquel contexto político. Si bien hoy la obra puede resultar fuera de época, los rinocerontes imaginados por Ionesco adquieren otras formas, mientras los humanos sean capaces de comportarse como animales salvajes.
El director Álvaro Ahunchain logra establecer un código de actuación paródico desde la primera escena, en la que irrumpe una joven en patines en medio de un restaurante. Allí comienzan los primeros diálogos que introducen el tono absurdo de lo que se verá. Son un acierto las conversaciones en paralelo de Berenguer (Fernando Dianesi) con Juan (Levón), y del “Lógico” (Leandro Núñez) con el “Señor anciano” (Juan Antonio Saraví), que deslizan la crítica al raciocinio y a los pretendidos “intelectuales” que parecen seres absurdos, alejados del diario vivir. El personaje de Leandro Núñez profundiza en los aspectos cómicos e introduce la sorpresa con un monólogo en el que pretende dialogar directamente con el público durante un entreacto. Al estilo del actual stand up, expone su carisma para afrontar ese quiebre propuesto por el director, utilizando también las herramientas que le dan sus participaciones en el carnaval.
Ahunchain elige en un primer tramo sugerir la presencia de los rinocerontes en la extra-escena, muy bien delineada por los recursos técnicos de la escenografía (en un excelente trabajo de Beatriz Arteaga) y el ambiente sonoro. El rinoceronte se vuelve una imagen potente que viene a poner en cuestión al ser humano como un ser mítico. Tal vez el punto alto de la puesta sea la escena en la que Juan comienza su metamorfosis animal, en un despliegue físico admirable de Levón (quien había representado el rol de Berenguer en 1993 en una versión dirigida por Nelly Goitiño). Desde ese instante, la puesta vira a un tono más apocalíptico y dramático. Si bien los tiempos escénicos que van sugiriendo el desarrollo de una epidemia son bien manejados, algunos recursos remarcan de forma redundante lo visto en la escena, como la exhibición de unos minutos del filme El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl.
El elenco responde a la perfección con la pauta de crear personajes caricaturescos. Destaca la participación de Andrés Papaleo en el rol de Dudard (personaje en ascenso de la oficina), que otorga dinámica a la escena en cada aparición, además de demostrar su enorme ductilidad como actor. Recordemos su anterior participación como drag queen en la puesta de Otelo dirigida por Dan Jemmett. En el personaje central, Dianesi compone a un Berenguer dubitativo, un ser aparentemente débil que, sin embargo, se empodera como el último bastión de la resistencia.
Más allá del paso del tiempo, Rinocerontes conserva su actualidad mientras la humanidad tienda a realizar actos salvajes en contextos bélicos (y no). Ahunchain genera nexos con el hoy incorporando referencias a la realidad local. Esta dura crítica a la propia condición humana resulta un potente texto para abrir una nueva temporada del elenco oficial, que recorrerá dramaturgias diversas desde Pinter a De Altahus. Resulta una buena oportunidad para acercarse a un clásico que, justamente por serlo, conserva su potencial crítico.

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