En la actualidad la poesía está muy lejos de ocupar el lugar que tenía cuando Juana de Ibarbourou saltó a la escena literaria con su primer y laureado libro: Las lenguas de diamante (1919). De ahí que no sorprenda la inmerecida poca repercusión que ha tenido la reunión en un solo volumen –a cargo de los críticos y poetas Jorge Arbeleche y Andrés Echevarría– de tres de sus libros de la década de 1950. Lo cierto es que sobre la profusa obra poética de Juana de Ibarbourou existe una especie de velo, y sus versos quedaron siempre a la sombra de aquel libro inaugural que la colocó tempranamente en lo alto del panteón de las letras nacionales.
En Jazmín de medianoche y mediodía (Estuario, 2016) se reúnen, entonces, Azor y Mensajes del escriba, ambos de 1953, y Oro y tormenta, de 1956. Todaví...
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