Leandro maneja su moto por el pasillo con el gorro para atrás y toda la velocidad que pueden alcanzar las piernas de un niño de 2 años. Es de mañana; por esas horas, no suele haber mucha gente en la vuelta y tiene vía libre para experimentar con su vehículo. Mientras surca los pasillos, su madre habla con otra vecina, Beatriz. El tema de conversación es el mismo que hace 15 días: la orden de desalojo.
Cuando se han visitado ya otras pensiones de Montevideo, uno se acostumbra a situaciones bastante precarias, a las casas antiguas con humedades que se esparcen por las paredes como una enfermedad infecciosa, a los baños en mal estado y a las personas hacinadas. Sin embargo, la pensión de Río Negro 1630 es una excepción maravillosa. Si bien no escapa a cierto grado de hacinamiento y las co...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate