Le presté atención porque me pareció linda. Porque vi su foto y, en los ojos, la impermeabilidad de una tristeza similar a la mía. Una tristeza como no del todo; cansada, aburrida. Le presté atención porque me pareció linda, porque es difícil esquivar las imágenes. Revientan y una tiene que hacerse cargo.
Geneviève Desrosiers fue una poeta franco-canadiense nacida en 1970 y que, habiendo publicado un solo poema en vida, falleció a los 26 años tras caerse de un balcón durante una fiesta. Quedó así, congelada en la foto, artista plástica, poeta efímera, no llegando a ver la primera recopilación de su poesía, editada un año después de su muerte –algunos poemas terminados, otros no–, titulada Nombreux seront nos ennemis (“Numerosos serán nuestros enemigos”), publicada por L’Oie de Cravan. El título es uno de los versos finales de “Nous”, el único poema que editó en vida.
En 1996, dos meses antes de su muerte, Desrosiers escribía: “Yo moriré muy joven. Me olvidaré tan sólo de tus palabras, para que cada una que me traigas resulte la primera”. Desrosiers difuminándose en tanto que poeta y volviéndose un personaje más, atrapado dentro de su propia tragedia.
Siempre existió una especie de glorificación de la muerte joven y el talento apenas descubierto. Un anhelo melancólico de lo que podría haber sido, la fuerza del poeta maldito en la tradición y ese interés morboso que produce la muerte inesperada.
Ese es el detalle a partir del cual se ha leído su obra, esa obra incompleta, en bruto y compuesta más que nada de fragmentos de poemas y cartas. Según aclara su editor, Benoît Chaput, la colección de poemas que había terminado formaba una unidad cerrada, que fue colocada en la primera parte del libro. Poemas que se titulan “Je”, “Tu”, “Elle”, “Nous” y “Vous”.
Cabría preguntarse cuál es el sentido real de revelar borradores o textos inconclusos y la privacidad de la autora, cuando ésta ya no está. Pero está el mito en el ámbito poético actual que remite a una concepción romántica de autor-obra como unidad indisoluble. Nos convencemos de que para poder entender lo que escribió un poeta tenemos que saber todo lo que pasó en su vida, ya que en el poema mismo está develando intimidades. ¿Es ese el castigo por ganarse la etiqueta de “poeta maldita” y la glorificación póstuma? ¿En qué medida es más interesante la historia de Desrosiers, la imagen de la niña rubia y triste, la artista plástica caída por el balcón que “no tuvo tiempo para abrir las alas”, que su obra en sí?
“Nous” me revolvió algo en las entrañas, eso que, a mi entender, la poesía joven y contemporánea tiene la obligación de provocar. Desrosiers se volvió alguien que podría conocer; vi en su letra, en esa añoranza melancólica, aquello que me había llamado la atención en un principio. Algo parecido a mí, ese ser joven, esa espera de algo que nunca vendrá, ese acto último de escribir como el latido de las cuerdas vocales antes de desgarrarse por completo. Y si bien no se caracteriza por ser una poeta magnífica, ni por un uso preciso de la métrica y de la estructura, logra captar ese rasgo universal de la poesía contemporánea escrita por mujeres. n
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Un poema de Desrosiers
“Nosotros”
“Tendremos duchas nuevas llenas de aluviones y de olores atroces.
Nuestros cuerpos llorarán gotitas de hollín cobrizo.
Vas a ver cómo seremos felices.
Todos los días incineraremos nuestros 15 años.
Nuestros sillones de terciopelo rayado llegarán a la cima de los cielos, tendremos hasta una fe.
Los adivinos se detendrán en nuestra puerta cerrada para pedirnos un vaso de leche.
Nuestros hijos no dirán nunca nada.
Las mañanas serán cálidas, las noches serán frías.
Nuestros ojos se desprenderán tan sólo cuando vayamos a buscar manzanas verdes que dejaremos caer perezosamente en un gran cesto de mimbre con explosiones tediosas.
Vas a ver cómo seremos felices.
Les daremos perlas a los chanchos, monedas a los pobres, alcohol a los alcohólicos, besos a los enamorados, carne a los perros, pescado a los pájaros y trigo a los asesinos.
Nuestros amigos no nos abandonarán más.
Meteremos a nuestras madres y a nuestros padres en los campos de honor.
Los alquimistas gerontólogos nos esperarán bajo ventanas que tendremos limpias y múltiples.
La música endulzará nuestras costumbres terribles y degradantes.
Hablaremos francés con acento salvadoreño para así acordarnos de nuestro difunto Chico muerto en la guerra como un animal.
Tendremos aves rapaces agachadas en las grietas de nuestros armarios, gallos empastados y gallinas hervidas.
Numerosos serán nuestros enemigos.
Vas a ver cómo seremos felices.”
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