Un impúdico y meloso vals - Brecha digital

Un impúdico y meloso vals

¿Reconciliación de Amlo con los magnates mexicanos?

Hacia las 23 horas del domingo primero de julio, una vez que el presidente del Instituto Nacional Electoral y el jefe del Ejecutivo Federal, Lorenzo Córdova y Enrique Peña Nieto, respectivamente, habían declarado a Andrés Manuel López Obrador virtual triunfador de los comicios, el magnate Claudio X González Laporte –fundador, ideólogo y ex presidente del consejo mexicano de hombres de negocios, hoy Consejo Mexicano de Negocios (Cmn) y presidente honorario de la trasnacional Kimberly Clark México– señaló, tras sostener una reunión privada con integrantes del Consejo Coordinador Empresarial (Cce), que el líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) tenía el “mandato para serenar al país”.

Erosionados el consenso ideológico y la hegemonía política del bloque en el poder, tras la arrasadora victoria popular en las urnas, González Laporte se ponía a la cabeza de la ofensiva plutocrática para intentar modificar la nueva correlación de fuerzas.

Bajo la bandera de la “conciliación” de clases y el mandamiento de “serenar al país” (ergo a la chusma, los prole) para que los mercados financieros y la inversión privada “reaccionen bien”, el esfuerzo por arrastrar a Amlo hacia la derecha del espectro político se reanudaría tres días después en un hotel de Polanco, en el marco de una reunión a puerta cerrada del virtual presidente electo con el Cce.

Al término del evento, y tras saludar con la mano a un centenar de empresarios, la mayoría de los cuales lo habían combatido, un tieso López Obrador recibió el abrazo de oso de Claudio X González, que tuvo como objetivo construir una nueva imagen del poder; manufacturar un nuevo consenso por la vía de fijar en el imaginario colectivo la “confianza” emergente en las alturas.

La fabricación de una nueva narrativa y nomenclatura de conceptos funcionales a los intereses de la plutocracia tiende a ocultar y/o maquillar las contradicciones, la conflictividad social y la lucha de clases. Su objetivo en la etapa es impedir la promesa de Amlo de separar el poder económico del poder político así como renovar el “capitalismo de cuates”; limar las aristas más progresistas del programa de López Obrador y desactivar los anhelos de cambio pacífico profundo que despertó en la masa de excluidos del sistema.

El futuro jefe de la oficina presidencial, Alfonso Romo –el converso ex comparsa del capo de la “mafia del poder” Carlos Salinas de Gortari– reforzó la idea sobre una “luna de miel” entre López Obrador y los amos de México. Esposo de Maca Garza Lagüera (nieta de Eugenio Garza Sada, fundador del poderoso Grupo Monterrey), Romo fue socio de Carlos Slim y de Pedro Aspe Armella, con quien fundó el grupo financiero Vector, de su propiedad, también fue presidente del Grupo Plenus (biotecnología y servicios financieros).

Así, como por arte de magia, cuatro días después de los comicios, los melosos vínculos entre los “traficantes de influencia”, los “beneficiarios” de la corrupción que no quieren perder “el privilegio de mandar” (Amlo dixit) y el “populista” que encarnaba, según la derecha, un “peligro para México”, un “castro-chavismo” a la mexicana y la restauración de un “presidencialismo autoritario”, “hegemónico”, de nuevo tipo, se había trasmutado en “respeto”, “optimismo”, “certidumbre”, “confianza mutua”, “colaboración”, “unidad patriótica”.

Un día después irrumpiría la puesta en escena del video mensaje “Yo creo en México”, estelarizado por un grupo de diez magnates con negocios cuyas ventas son equivalentes al 4,4 por ciento del producto bruto interno (Pbi), que felicitaron al futuro mandatario y le ofrecieron su respaldo y compromiso empresarial para un trabajo conjunto.

En el inédito abanico de imágenes aparecerían: Blanca Treviño, presidenta y directora ejecutiva de la trasnacional mexicana Softtek (líder latinoamericana en provisión de tecnología de la información), y miembro de los consejos directivos de Walmart México y de la minera canadiense Goldcorp; “Mariasun” Aramburuzabala, la megamillonaria marca Forbes, presidenta de Tresalia Capital (Fondos de Capital Privado y Venture Capital), vicepresidenta de la compañía cervecera belga-brasileña AB InBev, compradora del Grupo Modelo (Corona Extra, Negra Modelo, Victoria y Pacífico) e integrante de los consejos directivos de Televisa, América Móvil, Ica, Banamex-Citigroup, Aeroméxico, Kio Networks, et al; Daniel Servitje, presidente de la trasnacional panificadora Bimbo; el banquero Antonio del Valle, presidente vitalicio del Grupo Empresarial Kaluz, dueño del conglomerado químico Mexichem y del Grupo Financiero BX+ (Banco Ve Por Más), y socio de Carlos Slim en la constructora Elementia; Carlos Danel, cofundador de Compartamos Banco (microfinanzas), hoy Gentera; José Antonio “el Diablo” Fernández, de Fomento Económico Mexicano (Femsa), la multinacional de la industria restaurantera y de la bebida, embotelladora de Coca-Cola, férreo crítico de Romo y quien en las pasadas elecciones recomendó “votar con el cerebro, no con el hígado”; el propio Claudio X González y su hijo homónimo, de Mexicanos Primero y Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (sic), quien llevó la batuta en la orquestación de la campaña negra contra el candidato de Morena, y, finalmente, dos integrantes de la “minoría rapaz” (como llamó Amlo a cinco miembros del Cmn), Eduardo Tricio, presidente del Grupo Industrial Lala (lácteos) y accionista de Aeroméxico y Citibanamex, y Alejandro Ramírez, dueño de la cadena Cinépolis y actual presidente del Consejo Mexicano de Negocios.

La “cargada”1 empresarial seguiría los días siguientes con sendos mensajes de felicitación y apoyo a Amlo del impune ecocida Germán Larrea,2 el segundo megamillonario del país (detrás de Slim), dueño del Grupo México (minería, energía, ferrocarriles), quien ha vivido de concesiones del Estado; de Alberto Bailleres, tercer hombre más rico de México, cabeza del Grupo Bal (minería, metalurgia, sector financiero y de seguros, administración de pensiones, agroindustria, comercio), y del magnate Ricardo Salinas Pliego, de Grupo Salinas (Banco Azteca, Tevé Azteca y Adn40, Electra y dueño de los equipos de fútbol Atlas de Guadalajara y Monarcas de Morelia), entre otros.

También muy significativas fueron las felicitaciones de tres conspicuos jefes políticos de la “mafia del poder” (otra vieja expresión de Amlo): los ex presidentes de la república Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox y Felipe Calderón, cuyas millonarias pensiones López Obrador prometió suprimir. Y otro que sin pudor se anotó en las reverencias al futuro mandatario fue el líder del sindicato petrolero y senador del Pri Carlos Romero Deschamps, símbolo de la corrupción y el saqueo a Pemex (Petróleos Mexicanos), cuyo cacicazgo Amlo prometió acabar cuando llegue al gobierno.

El impúdico travestismo de los grupos de presión económicos-financieros-corporativos guarda relación, pues, con la inestabilidad hegemónica en el seno del bloque en el poder y la erosión del consentimiento de las masas; tras el voto de castigo popular a las políticas neoliberales de los últimos 30 años existe un desajuste de la hegemonía política sobre las mayorías pauperizadas. Este fenómeno se ve reflejado también en la crisis de representación de los partidos tradicionales y los firmantes del Pacto por México en 2012 (Pri, Pan, Prd, Partido Verde), producto del alejamiento de la burocracia dirigente y sus intelectuales orgánicos de buena parte de esos 30 millones de ciudadanos que votaron por López Obrador, aun cuando no parezca claro si comparten plenamente su proyecto de nación.

Pese a todo, no existen datos que apunten hacia una crisis orgánica del sistema. La crisis, diría Gramsci, consiste precisamente “en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo”. Los cinco largos meses de la transición hasta la toma de mando de López Obrador, exhibirán si se agudizan las contradicciones de clase en la perspectiva de un cambio social radical o si se refuncionaliza el sistema de dominación. Pero eso, ni Dios lo sabe.

  1. Junto con el “dedazo” y el “destape”, la “cargada” se incorporó al diccionario político del viejo priismo y se define como la adhesión en masa al candidato elegido desde lo más alto del poder, con la obligación de observar disciplina partidaria y un apoyo incondicional que en ocasiones llega al extremo de la ignominia. Ver Jorge Torres Castillo, “La cargada en la política”, Milenio, 28-III-17.
  2. Responsable de la contaminación del río Sonora en 2014 y de la tragedia de la mina de Pasta de Conchos, donde quedaron 63 cuerpos atrapados en 2006.

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