A pesar de haber sido, como fue, un futbolista extraordinario, está claro que las dimensiones míticas que ha alcanzado la figura de Diego Armando Maradona vienen de un casillero diferente al de «deportista de singular talento». Sin embargo, y a pesar de que pueda hacerse énfasis en una u otra de las características que lo transformaron en un ídolo popular –sus orígenes humildes, que nunca olvidó, su rebeldía, su picardía para burlar a los poderosos, su visceralidad y falta de cálculo, su fidelidad a sí mismo y a su gente, su falibilidad tan humana–, Maradona no es un símbolo complejo y es fácil ver por qué genera lo que genera.
La mano de Diego, el libro de Micaela Domínguez Prost, apunta a recopilar testimonios de la extensión global de dicha idolatría y del poder del apellido Maradon...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate