En Argentina llovieron los homenajes, las rememoraciones de sus mejores cuentos y personajes, el repaso de entrevistas y los análisis de su obra. Quizá por su literatura costumbrista, cercana, que fluye sobre un registro coloquial y abunda en referencias populares y parodias. Quizá por su fama de tipo de perfil bajo, sencillo, de barrio. Quizá por ese sentido del humor maravilloso, que mezcla lo sutil y lo ordinario con un manejo preciso del absurdo y que, gracias a eso, logra una potencia que desarma a cualquiera. Y quizá también porque fue con ese humor, agudeza y amor que tematizó al fútbol, esa pasión incandescente y casi inexplicable del Río de la Plata.
Es injusto encerrar
a Fontanarrosa en una definición. El discurso oficial lo inmortalizó primero
como humorista gráfico, atendie...
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