En Bandcamp hay una muy buena autodefinición de Bolsa de Naylon en la Rama de un Árbol: “A medio camino entre la tradición y eso otro que llaman innovación (pero nosotros no) nuestra música está llena de dudas, decisiones tomadas a partir de errores, cosas pautadas e improvisación. Música instrumental con alguna intervención vocal en donde el candombe, la murga y la chacarera conviven, mal puestos uno encima del otro y sin intención de ocultar las suturas rockeras y ruidosas”.
El compositor y eventual cantante del grupo es el inquieto y creativo Diego Cotelo. La formación es de guitarra eléctrica, dos instrumentistas de cañas (entre ambos tocan clarinete, saxos soprano y contralto), bajo, batería y percusión. A la murga no la encontré por ningún lado en el fonograma.1 A la chacarera sí, y el candombe supongo que será en “Rama” y “Loza”. Los elementos “roqueros y ruidosos” son evidentes, pero esporádicos.
Esta es una música hecha por quien conoce mucha música, y por supuesto los Bolsa son renuentes a hablar de “innovación”. Asumo que para el promedio de la humanidad el disco sonará en la zona de lo “raro” por el mero hecho de ser instrumental, de no integrar ningún género, y porque los temas no tienen dinámica y densidad rítmica homogéneas. Para quienes sí tengan familiaridad con música instrumental, pueden resultar desafiantes el gusto especial de Cotelo por ritmos asimétricos y las formas impredecibles, y algunos momentos medio free. Un ejemplo de las búsquedas rítmicas es “La escoba”, en que predomina un patrón de 7 + 7 + 7 + 9. Y con respecto a la forma, está “Enano sagrado”, que es como un collage de secciones con distintos climas, sensaciones de velocidad y planteos rítmicos (la parte central está en un patrón complejo de 29 micropulsos).
Por “tradición” no creo que se refieran a esas breves, escasas y poco reconocibles incursiones por ritmos establecidos, sino a algo más vago pero más determinante, que es el anclaje firme de cada composición en un centro tonal –muchas veces alcanzado a través de la dominante en los puntos álgidos–, la distribución de los giros armónicos en ciclos “cuadrados” (de dos, cuatro u ocho compases), la eufonía que se alterna con los momentos de extrañeza tímbrica y la tendencia de los caños a una sonoridad dulce. Incluso, en el aparente collage de “Enano sagrado” hay un procedimiento interesante para afirmar la unidad, que es la figurita que aparece en el contralto al inicio, y que termina constituyendo el groove del bajo en la parte de “funky en 7”. Sobre todas las cosas, es una música que, más allá del ingenio estructural, se plantea siempre desde la emoción y el goce, que es la dimensión alrededor de la cual tanta gente escucha música. Las partes cantadas, especialmente, me evocan mucha música alternativa argentina, en ese planteo cuidadoso de lo bonito en lo vocal y al mismo tiempo contagiado de una emoción expresa. Es una música con una textura exterior relativamente complicada y fuera de lo común, pero que, una vez que cruzamos esa capa, conectan con mucha facilidad y en forma especialmente inmediata entre oyentes vinculados con el fusion jazz o el rock progresivo (aunque no es propiamente ninguna de estas dos cosas). Los ritmos raros, pasado el desconcierto inicial en que nuestra percepción “tropieza” con las irregularidades, no parecen planteados para romper, sino para fluir. Son difíciles de tocar y los integrantes del grupo los ejecutan con naturalidad, precisión e intenciones bien definidas y contrastadas. Los arreglos están muy pensados, y hay muchos elementos creativos en el empleo de cada uno de los instrumentos, más allá de que siempre terminan desembocando, en algún momento, en sus roles más convencionales.
Bolsa de Naylon va a estar presentando el disco el
jueves 9 en la sala Hugo Balzo. Guilherme