Hemos disfrutado del raro privilegio –nosotros, los habitantes del país más pequeño de la América del Sur– de tener el presidente más popular del mundo. Los uruguayos que viven en el exterior reciben las lisonjas de los nacionales del país que los aloja: qué presidente tienen ustedes. (Lo que implica, automáticamente: qué porquería de presidente tenemos nosotros. Y bueno. Con Humala, con Peña Nieto, con Ortega, con Rajoy, con los Kirchner, ¿quién podría contradecirlos?)
Adentro, sin embargo, las cosas no son tan simples. Es difícil llegar a alguna forma de homogeneidad en cuanto a la opinión sobre Mujica, y mucho más difícil lograr que esa opinión, sea cual fuere, se mantenga en el tiempo. Ni siquiera se trata de homogeneidad o de duración de una opinión en un ámbito colectivo; es difíc...
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