Dos viejas se revuelcan en el barro, se muerden ferozmente y gritan como chanchos, al tiempo que un perro, rabioso, tironea de la cadena arrojando tarascones al vacío. Desde dentro de su casa, Matilde asiste a la escena como si estuviera atrapada en una pesadilla o en una novela de Levrero. Todo aquel que haya leído el primer libro de Martín Lasalt recordará este episodio de La entrada al paraíso (Ediciones de la Banda Oriental, 2015). Ya en ese momento se sentía que las convenciones ficcionales del realismo tendían a tornarse inestables en la factura del autor, como si algo pujara por salir desde algún punto desconocido. Pichis, su nueva novela, parece ser el resultado de esta tensión. Esa realidad, de a ratos alucinatoria, enrarecida, de La entrada al paraíso, experimenta ahora una rajad...
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