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La ingenuidad y el discurso del presidente

El pastor mentiroso

«La ingenuidad –escribió un antropólogo haitiano– es a menudo una excusa para quienes ejercen el poder.» Y complementó su diagnóstico: «Para aquellos sobre los que se ejerce el poder, la ingenuidad es siempre un error».

La ingenuidad, dicen los diccionarios, indica sencillez, inocencia y ausencia de malicia. Los ingenuos son, por tanto, fáciles víctimas del fraude y del engaño. Y los manipuladores de la ingenuidad aprovechan esa sencillez para recolectar víctimas. Vista así, la falsa ingenuidad es una herramienta del engaño, y es una herramienta mucho más peligrosa si se aplica desde el poder.

¿Vieron ustedes la cara del presidente Luis Lacalle, en su diálogo con periodistas, reiterando que, si hubiera sabido que su guardaespaldas había sido procesado, nunca habría expuesto a sus hijos y su familia? Su mirada irradiaba una inocencia perfecta, sin apenas un pestañeo. La ingenuidad era demasiado perfecta. Sin antecedentes judiciales, la familia estaba a salvo, pese a la contundencia de los antecedentes policiales.

¿Registraron el estilo de la comunicación? «Siempre doy la cara. Si hay un responsable, ese soy yo.» Es decir, vamos a establecer primero si es que existe un responsable. Detrás de la guapeza viene el condicional, y establece una duda, cuando en un episodio de estos siempre hay un responsable, siempre hay alguien que elige y que decide.

Hay tramos de sus explicaciones que van más allá de un manejo de comunicación; expresan una actuación ensayada, una meditada elección de la información y sobre todo una cuidadosa forma de presentarla. En Fray Bentos intentó bajar el perfil de su relación con el expolicía Alejandro Astesiano, con una cronología tan sintética y expuesta de forma tan rápida que era difícil captar los conceptos: «Lo conozco en el 99. No trabajó conmigo. Sigue en el 2004, que no trabajó conmigo. En el 2009 tampoco. En 2014 dio una mano en la campaña y lo conocí en 2019. Da una mano en la campaña, genera cierta confianza, era muy efectivo en el trabajo, la relación personal era muy buena, cumplía su función a cabalidad». Una «mano en la campaña» y una relación personal muy buena bastaron para nombrarlo jefe de custodia del presidente de la república.

¿Cómo acomoda el discurso Lacalle cuando los nuevos detalles generan contradicciones? «Cuando yo recibo los datos [sobre las anotaciones], los analicé, no había antecedentes penales, hasta que sale ahora, porque hay dos fichas.» El criterio es recurrente, el mismo que se aplicó con el narcotraficante Sebastián Marset para el otorgamiento de un pasaporte. En este caso, aunque Marset estaba preso en Dubái precisamente por utilizar un pasaporte paraguayo falso, no había ningún pedido judicial de captura ni de extradición, por más que sus antecedentes eran frondosos. Y ello, formalmente, habilitaba el otorgamiento del documento uruguayo, con un servicio puerta a puerta en la cárcel de Dubái. En el caso de Astesiano, los antecedentes, unas 20 anotaciones policiales por delitos varios, no incluían aparentemente procesos o condenas judiciales. La formalidad apela a la ingenuidad. Lo determinante es establecer si el ejercicio de la ingenuidad como excusa de lo inexcusable es anterior o posterior a la decisión.

A propósito de los antecedentes penales versus anotaciones policiales, Lacalle reitera: «Yo no entrego a mi familia a una persona que tenga indicios de que actúa fuera de la ley». Sin embargo, en 2020 fue informado sobre las anotaciones por el ministro Jorge Larrañaga. «No me consta que haya sido Larrañaga. Otra persona sí», dijo en Fray Bentos, modificando el centro de la cuestión: quién se lo dijo, para eludir qué fue lo que le informaron.

La sutileza de la distinción entre antecedentes y anotaciones comenzó a desmoronarse cuando se supo que, al ser nombrado Astesiano como jefe de su custodia, la prensa publicó su «currículum», en el que aparecía el procesamiento sin prisión por estafa en 2002. Podemos ser ingenuos y suponer que ni el presidente ni sus colaboradores leyeron los diarios. Pero la revelación del segundo procesamiento de Astesiano, esta vez con prisión, en Maldonado, en 2013, obliga a introducir un nuevo elemento de argumentación: la «existencia de dos fichas». Dice Lacalle que a él le informaron de una, que no contenía el procesamiento. Por eso la justificación subió un escalón: el presidente fue engañado.

Trascartón, el Ministerio del Interior emitió un comunicado en el que «en 2020 y 2021 el Presidente de la República fue informado oportunamente por esta Secretaría de Estado que la ficha personal del Sr. Alejandro Astesiano carecía de antecedentes penales». Pero, «sorpresivamente, en la ficha actual consta un antecedente por una causa penal de 2013». Todo ello lleva a preguntarse: ¿hay dos fichas o es una sola que fue modificada? Y más todavía: como informó La Diaria, «el procesamiento con prisión de Astesiano figura en el sistema con fecha 18 de marzo de 2013», así que todo el episodio de las dos fichas, incluyendo la «sorpresa» del ministerio, se reduce al hecho de que simplemente se omitió un dato en la comunicación elevada a Presidencia.

La ingenuidad ha sido tan explotada, manoseada, en este culebrón, que muy probablemente ya no capture cándidos. Un argumento reiterado por Luis Lacalle es la afirmación: «Ustedes me conocen», para eludir explicaciones incómodas.

«El accionar de un gobernante no necesariamente se adecua a lo que debe ser porque no cometa delito; está la ética de la responsabilidad. Si no dijo la verdad al país, está vulnerando la ética. Si fuera un compañero de mi partido, yo le pedía que deje el cargo, que su tiempo se terminó.» Tal lo que sostuvo en una sesión de la cámara el senador Luis Lacalle Pou, a propósito del título universitario falso del entonces vicepresidente, Raúl Sendic.

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